John Bolton, el halcón, se dio el lujo de desobedecer a Trump
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En el libro Fuego y furia, de Michael Wolff, se narra que Donald Trump, en el límite de su narcisismo, no soporta que nadie le haga sombra. Ya ha tenido a través de su mandato tres personajes como asesores de seguridad, a quienes echó sin ninguna consideración.
El caso más connotado fue la salida del asesor y mentor ideológico que lo llevó al triunfo, Steve Bannon, (hoy en misión ante los líderes europeos de la ultraderecha, especialmente del italiano Matteo Salvini, e invitado especial al congreso del Movimiento del Partido RN, liderado por Marine Le Pen). Fue despedido del gobierno de Trump por dar a conocer al periodista Wolff detalles muy sabrosos sobre la personalidad de Trump, como también por acusar de traidor a la patria al hijo del Presidente, Donald Trump Jr., y a su yerno, Jared Krushler, por haber pactado con los rusos para el triunfo de Trump en las elecciones presidenciales últimas. (Al referirse a la hija predilecta de Trump dijo de ella como que era “más tonta que un tomate”.
John Bolton es el más duro de los halcones republicanos, y tiene una larga carrera que va desde Ronald Reagan hasta el actual mandatario. Su pasión siempre consistió en establecer complots que llevaran a Estados Unidos a la guerra: en la época de Vietnam se las arregló para no morir en “los arrozales del oriente” – lo decía él mismo -; durante el gobierno de George W Bush fue uno de los instigadores de la invasión a Irak.
Trump se negaba a nombrarlo como asesor porque le desagradaba el bigote blanco – lo lucía con orgullo -, pero al final lo decidió, pues necesitaba una mano dura en su política internacional.
El cargo de asesor, que no es equivalente al de Secretario de Estado, debe limitarse a aconsejar al Presidente y no de llevar a cabo políticas de Estado, y mucho menos, ser su vocero, pero Bolton, en su pretensión de convertirse en líder de los halcones, no quiso entender que su función siempre sería de subordinado y no de jefe.
El mismo Trump reconoce que Bolton actuó por la libre en situaciones tan importantes como en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, así como también el intento de echar a pique las conversaciones entre Trump y el Premier iraní, Hassan Rohani; a su vez – lo afirma el mismo Trump – sobre en el caso de Venezuela al amenazar al Presidente de ese país, Nicolás Maduro, con Guantánamo si no pactaba su renuncia.
Bolton, siempre jactancioso, aseguró a Trump, desde un comienzo, que derrocaría fácilmente a Maduro, pero su gestión al respecto ha sido un verdadero desastre.
El ahora ex asesor de Trump no tuvo empacho en declarar que la doctrina Monroe, “América para los norteamericanos”, de 1823, seguía vigente, e imitando a George W Bush, calificó a Nicaragua, Cuba y Venezuela como la “trilogía del mal”.
Trump es semejante a un niño, a quien no se le puede discutir, y a pesar de que nunca ha leído un libro, (mucho más ignorante que Piñera, Macri y Bolsonaro juntos), se daba el lujo de tener en su equipo a una persona mucho más simplista y extremista que él: Trump dijo que si Bolton tuviera poder ya hubiera declarado cuatro guerras.
Las conversaciones secretas con los talibanes se convirtieron en la gota que rebasó el vaso: Bolton no ahorró esfuerzo para que la visita de los talibanes a la casa de veraneo del Presidente no se llevara a cabo, (hay que recordar que Trump había prometido, durante su campaña presidencial, retirar de Afganistán a los soldados norteamericanos, pero al contrario, hoy hay más tropas norteamericanas que nunca, y los talibanes ocupan el 70% del territorio).
Desde Alejandro Magno hasta hoy, Afganistán ha sido la tumba de los invasores. La antigua Unión Soviética fue derrotada, y parece que a Estados Unidos le está ocurriendo lo mismo que en Vietnam. El único camino que resta para salvar el desastre de Afganistán es la paz que, desgraciadamente, ha fracasado en este intento de conversaciones secretas de Trump.
El creer que la salida de Bolton significa un cambio en la política internacional norteamericana me parece apresurado, pues en el fondo, el Presidente Donald Trump no tiene ningún plan y, además, sabe muy poco de política internacional, y funciona sobre la base de intuiciones y sentimientos, por ejemplo, muestra simpatía por los autócratas de Corea del Norte, Rusia y China; en el caso del primero, estaba decidido a pactar con él, pero su asesor, John Bolton, destruyó esa posibilidad, especialmente por medio de trascendidos a la Prensa.
Las disputas de Trump con sus asesores no hay que tomarlas muy en serio pues, a la larga, termina muy amigo con ellos. En el caso Ballon lo une una común ideología racista, nacionalista, populista y fascista, que no es más que la xenofobia.
Bannon es católico, formado en las universidades de jesuitas, y se declara enemigo principal del Papa Francisco, para él un progresista que pretende entregar la iglesia a los pobres, que defiende el medio ambiente, que avala los gobiernos de izquierda en América Latina y que, además es un peronista. Bannon pretende fundar una escuela de guerreros de la ultraderecha, en un monasterio medieval romano, a fin de combatir el catolicismo progresista.
Bannon, ahora, pretende instalarse en Bruselas, donde viene de fundar un Movimiento con pretensiones de convertirse en la “Internacional” de los partidos políticos de la derecha a nivel mundial, tarea casi imposible de llevar a la práctica debido a las enormes diferencias que existen entre ellas. En el caso de las Democracias Cristianas, de los liberales, de los socialistas y de los comunistas, había una ideología común, cosa que no ocurre con los nacionalismos que, por lógica, se diferencian de país en país.
El único norte de Trump es el de ganar la reelección en las presidenciales de noviembre de 2020, por consiguiente, todas las decisiones de ahora en adelante se supeditan a este objetivo, de ahí que sacar a Nicolás Maduro de Venezuela, o bien, lograr un acuerdo con Irán, pueden resultar muy útiles para conducirlo por segunda vez a la Casa Blanca.
El destino de John Bolton ahora es un misterio: ignoramos si se opondrá a Trump o terminará convirtiéndose en su aliado, tal como lo hizo con Bannon.
Rafael Luis Gumucio Rivas, (El Viejo)
12/09/2019
Gino Vallega says:
Piñera , Macri y Bolsonaro juntos no son ni más ni menos letrados que Trump y todos ellos son una peste internacional pestilente.