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Sobre la Protesta Nacional: El mundo se viene abajo y los chilenos como si nada

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Podemos buscar comparaciones en las equivocaciones, estudiar el pasado y evaluar el presente. Es lo que hemos estado haciendo por lo demás desde hacer muchos años, tal vez demasiados, sin lograr hallar una salida a un proceso que todos sabemos se ha cerrado en sí mismo. Nos referimos al orden político y económico instalado durante la dictadura y posteriormente elogiado y lustrado por toda clase de políticos, economistas, altos funcionarios, la prensa y todos sus publicistas. Una narración conocida y aburrida que tiene sus extrañezas. Y la más evidente de todas es su larga permanencia. Por qué hemos soportado durante décadas, por generaciones, un sistema creado por las corporaciones para su exclusivo beneficio. Por qué hemos llegado a considerar al modelo neoliberal con su espurios referentes políticos parte de nuestra realidad, como si fuera una expresión de la naturaleza.

 

Nos hacemos esta y otras preguntas cuando esta semana la nueva coordinadora Unidad Social, formada por casi un centenar de organizaciones sociales y territoriales,  realizó una gran protesta nacional. Cuando las Fuerzas Especiales de Carabineros hicieron otra vez lo único que saben hacer: carros lanzaaguas, gases, centenares de detenidos y un clima irrespirable por el centro de Santiago. Múltiples incidentes, no pocos lesionados, para un evento que no logra, tal como lo ha sido desde décadas y con la única excepción del movimiento de los estudiantes, levantar a la población, a las grandes mayorías que también se hacen esas y muchas otras preguntas.

 

Qué es lo que tiene que pasar para terminar con una estructura económica y política que solo favorece a las corporaciones, accionistas, las élites y sus administradores. Aquellos mismos que se han favorecido con el código laboral y las extenuantes jornadas de sus trabajadores. Esos mismos que se benefician de los equilibrios y el crecimiento económico, de la extracción de recursos naturales, de los créditos usureros, de la evasión tributaria, de los paraísos fiscales, de las inversiones  financieras con las futuras miserables pensiones, de los subsidios públicos en la salud y la educación, de los derechos de agua, de la especulación inmobiliaria más una lista interminable. Todos aquellos que se han adueñado del mercado y de las libertades económicas. Qué tiene que pasar para terminar con esta injusticia. No deja de ser una extrañeza.

 

El mundo se viene abajo y los chilenos como si nada. Piñera sigue hablando como siempre y no se cansa de repetir de las maravillas del libre mercado, de los beneficios de la globalización, del crecimiento económico, de la competitividad y la productividad, una retórica sin duda soporífera e irritante amplificada por los medios de comunicación, toda la calaña de economistas, por los emprendedores y sus startups que llegan hasta las ferias libres. Un discurso falaz que nos ha hecho sus prisioneros. Que no se te ocurra desafiar a los mercados si no quieres pasar por loco, idiota o ignorante.

 

La globalización, que es el orden que nos ha conducido a esto, es un régimen enfermo sobre el que pesan los males del planeta. El capitalismo es el gran impulsor y detonante del cambio climático, pero es también de la vida alienada y de las injusticias pasadas y actuales. La globalización comercial y financiera, basada en un consumo frenético sobre la base de un empobrecimiento enmascarado con créditos masivos, nos ha hecho más infelices. Lo saben bien los franceses y hasta los gringos, cada día  con menos derechos sociales, con peores empleos y más endeudados. Esa ha sido la globalización, que cuenta peligrosamente con sus seguidores en Wall Street, en todas las corporaciones y en sus accionistas y en gobernantes bien representados como los que hemos tenido y seguimos teniendo en Chile.

 

¿Por qué seguimos apoyando esto si hasta Trump ha pateado el tablero? Es nuestra rareza. Porque los chilenos, hasta el momento,  prefieren seguir angustiados por las deudas, las frustraciones y prefieren seguir maldiciendo a los políticos que optar por verdaderos y posibles cambios. Es la abulia, la entrega de la vida y la renuncia en el futuro.

 

Esta semana otra vez hemos visto a algunos valientes y decididos en las calles. No solos y solas, sino organizadas porque esto no da para más. ¿Los motivos? El orden neoliberal, nuestras vidas entregadas al mercado, o a las corporaciones, que es lo mismo. El lucro, presente en todas, absolutamente todas, las actividades humanas y no humanas. Nosotros, ya no como ciudadanos, sino como activos y portafolio de inversiones de una corporación. Es por eso que se protesta y se marcha en Chile, por eso se golpean las cacerolas. Tal vez algún día los millones que duermen despierten. Y esperamos despertar luego antes que lleguen los lobos, que están aullando de nuevo.

 

PAUL WALDER

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  1. gracias al imperio parásito que a través de sátrapas locales, traidores adictos al lujo y la bota del gorila se transformo al Chile consciente de los 60 en una masa sumisa y temerosa vacia de pensamientos que es obligada a vivir en la base de la pirámide 24/7 gracias al engaño de la deuda y la falsa movilidad social mientras por distintas vías se engrasan y mejoran los mecanismos para mantener a la gente pobre, engañada, endeudada, desconfiada, con miedo, consumista y banal, todo garante del patrón de acumulación obsceno en el que tienen a la población en un ciclo de desposesión tal que los acaparadores ya se estan pisando la cola. El mundo de la locura. y la gente? como dice la canción: solo come y se muere sin saber porque.

  2. El pozo de la rebeldía chilena está seco , ya no hay más «agua bendita» que extraer , sólo barro y corrupción que empuja el consumismo y la indiferencia social al grado de ignorar la solidaridad local e internacional…aullamos cuando nos lo ordenan nuestros guardianes y callamos cuando la varita mágica nos lo dice.El espectáculo está en el público , no en el escenario.En eso nos hemos transformado como país.

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