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#40Horas semanales: Piñera se cambia el disfraz para declarar la guerra a los y las trabajadoras

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Foto Agencia Aton

Todas las corrientes, los huracanes y los descalabros regionales y mundiales se le vienen encima a Piñera y su gobierno. Un cataclismo político y económico que supera desde su programa y su capacidad de gobierno, apenas preparado para la administración de un modelo y una institucionalidad que ya ha cumplido su ciclo. Sin propuestas y herramientas que trascienden el mercado desregulado de las últimas dos y tres décadas, es también incapaz de interpretar el presente, y menos, prepararnos para el futuro. Ante ello, la paralización en el presente y el anclaje en el pasado.

 

Qué mejor muestra de este síndrome de desconciertos, perplejidades y miedos que la reacción furibunda del gobierno y Piñera contra el proyecto de ley presentado por la diputada comunista Camila Vallejos que rebaja la jornada laboral a 40 horas semanales. A falta de argumentaciones, en la que no ha faltado la campaña del terror económico por una supuesta y no demostrada pérdida de 250 mil puestos de trabajo, la estrategia siguiente ha sido echar mano a todo tipo de obstáculos para frenar el proyecto. Desde el veto presidencial a un eventual recurso ante el Tribunal Constitucional como todo tipo de presiones sobre los parlamentarios oficialistas y no oficialistas.

 

Todo este tipo de estrategias es habitual en un sistema presidencial y Piñera y su gobierno tiene todas las atribuciones de frenar el proyecto. Su problema es otro. El proyecto de Camila Vallejos ha generado un enorme apoyo de los y las trabajadoras y la ciudadanía, tanto que se ha instalado como un asunto transversal apoyado por parlamentarios de la propia coalición de gobierno.

 

 

El problema es el modelo económico. El mismo que se derrumba en Argentina, que ha detonado una guerra comercial con efectos globales y tiene al mundo en el umbral de una nueva gran depresión. Pero no solo esto. Un modelo injusto, concentrador de la riqueza, que descansa sobre el trabajo y la mala vida de los trabajadores. Oponerse a una disminución legal de las extensas, infinitas horas de trabajo, es sumarse al discurso empresarial, de la Sofofa, las patronales y las grandes corporaciones. Es el fundamentalismo neoliberal, la religión del capital contra los y las trabajadoras. Es no querer ver lo que pasa no solo en Chile sino en el mundo.

 
 

 

Este jueves una nueva plataforma formada por más de cien organizaciones sociales y territoriales ha convocado a una protesta nacional que no tiene un objetivo acotado porque abarca todos los ubicuos efectos del neoliberalismo, de la construcción de un país para el enriquecimiento corporativo. En este movimiento se puede incluir desde los estragos del cambio climático y la sequía, agudizada en Chile por un código de aguas excluyente y mercantil, los abusos inmobiliarios, la contaminación que intoxica a los habitantes en las llamadas zonas de sacrificio, el código laboral, los créditos abusivos. En fin, de la vida bajo un régimen de mercado.

 

Hacia los primeros años de esta década Piñera tuvo un enfrentamiento similar, pero en aquel entonces acotado, con los estudiantes por el lucro en la educación. Un batalla en las calles, los jóvenes con banderas y lienzos y él con carros lanzaaguas y bombas lacrimógenas, cuyo desenlace fue su derrumbe en las encuestas y posterior cambio en la coalición de gobierno. El triunfo electoral de la Nueva Mayoría el 2013, recordemos, fue sobre la base de un programa que recogía en parte las demandas de los y las estudiantes y la ciudadanía.

 

El apoyo transversal a un proyecto presentado por una joven diputada comunista es una señal sobre el tremendo peso que sostienen diariamente los y las trabajadoras. Un andamiaje laboral que ha sido rentabilizado por el gran capital por décadas, éxito bien registrado en sus altas utilidades y en la descarada concentración de la riqueza. Negar esta realidad solo puede hacerlo un fundamentalista del mercado, un portavoz de las corporaciones o un multimillonario como Piñera.

 

Qué es lo que viene. Piñera y su gobierno ha apostado al crecimiento económico, alimento necesario para el capital y repetido y básico discurso electoral. Pero aquello no vendrá. En su reemplazo es muy posible que suframos los efectos más o menos intensos de las guerras comerciales y una nueva gran recesión, ya bien anunciada por todo tipo de economistas y analistas en todo el mundo. En esta nueva escena, ni Piñera ni su gobierno serán capaces ni de alterar su discurso neoliberal ni menos de presentar propuestas. Ante ello se abre una oportunidad para que la ciudadanía, en las calles, como este jueves, pueda comenzar a difundir sus propuestas.

 

PAUL WALDER

 

Texto publicado en POLITIKA

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  1. las ratas van mostrando el odio y venganza , y toda clase de veneno para poder avasallar a los trabajadores… De cuando viene el cerdo m. del trabajo . de Inconstitucional , cree que eso causara alguna bulla , se equivocan ABUSADORES….

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