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Documentos inéditos de la Cancillería chilena sobre la detención de Pinochet en Londres revela nuevo libro de Mario Amorós

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Mario Amorós, el historiador español que ha escrito varios libros sobre la reciente, y la más compleja y trágica historia de Chile, ha publicado Pinochet, biografía política y Militar (Ediciones B) que será presentado este martes 3 de septiembre en Santiago en la sala La Comedia, Merced 349. El texto, de más de 800 páginas, sucede a otros escritos más o menos recientes sobre Neruda, Salvador Allende y Miguel Enríquez. Una continuidad sobre un proceso político aún en disputa.

 

Podemos comprender a Pinochet como la contracara de Salvador Allende. Es su reverso y el revés de la historia del siglo XX chileno y su proceso de emancipación social.  El golpe de 1973 marca la derivación de un país hacia extremos opuestos impulsado por la manu militari de Augusto Pinochet, figura central para la escritura política de finales del siglo pasado y clara dirección del actual. No tenemos duda que en las últimas cuatro décadas de la historia de Chile se halla la sombra de Pinochet.

 

Es por ello y por mucho más que su figura es esencial y morbosamente atractiva en cuanto a su perversión y maldad. En este libro podemos ampliar y profundizar aspectos no solo de la vida y acciones del dictador chileno sino también de toda la gama de civiles que lo acompañaron, desde la extrema derecha, el empresariado a los políticos socialistas durante la transición. Todos ellos han quedado vinculados por la historia con la figura de Pinochet.

 

En esta entrevista Mario Amorós nos adelanta algunos pasajes de su libro y su impresión del personaje tras su investigación. “Pinochet fue un oficial mediocre intelectualmente, pero fue también un fiel y eficiente subordinado para todos sus superiores”.  Y fue solo un militar, con una ambición de poder ilimitada. “No tenía más intereses que los vinculados a esta materia. Como manifestó en una entrevista que cito en el capítulo introductorio, odiaba, por ejemplo, la poesía. Fue obediente a sus superiores durante 36 años y después exigió esa misma obediencia ciega”. Durante décadas, relata Mario Amorós, “gobernó su casa (así lo admitió) como un cuartel militar y a partir del 11 de septiembre de 1973 dirigió un Ejército que declaró la guerra a su propio pueblo, un Ejército que se comportó como un ejército de ocupación extranjero en su propio país”.

 

El libro no ofrece material inédito sobre la operación del gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle para salvar a Pinochet de un juicio internacional. “Por primera vez, se examinan los documentos de la diplomacia chilena relativos al periodo de su detención en Londres, que ofrecen nuevas e intensas luces acerca de cómo el Gobierno de Frei Ruiz Tagle y el canciller Insulza operó para salvar a Pinochet de la extradición y el juicio en España”.

 

 

 

Tu anterior libro sobre la historia reciente chilena se llama Allende. La biografía. Este último, se titula, Pinochet. Biografía política y militar. ¿Hay aquí una continuidad o son dos personajes tratados de manera individual sobre un contexto que son los cambios sociales en Chile?

– Publiqué mi biografía de Allende en 2013. Un año después, en Chile apareció mi biografía de Miguel Enríquez (Miguel Enríquez. Un nombre en las estrellas. Biografía de un revolucionario) y en 2015 mi biografía de Pablo Neruda (Neruda. El príncipe de los poetas), todas ellas con Ediciones B.

 

    Todos estos libros biográficos se centran esencialmente en el personaje y en su contexto histórico y social, tienen entidad propia y se leen de manera independiente. Pero lógicamente abordan el mismo periodo histórico.

 

 – ¿En qué medida estos dos personajes históricos (Allende y Pinochet) modelan la historia chilena del siglo XX?

– El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 es la gran cesura en la historia chilena del siglo XX. Es el hito (dramático y trágico hito) que condiciona, hasta el día de hoy, la identidad de Chile. A título individual, Salvador Allende y Augusto Pinochet fueron los dos protagonistas de aquel martes negro. Allende, como presidente de la República, supo preservar la dignidad de la más alta magistratura de la nación, que recibió democráticamente de su pueblo, y con su inmolación en La Moneda marcó para siempre la figura de Pinochet y de los otros altos oficiales golpistas, que traicionaron el juramento que hicieron al ingresar en las Fuerzas Armadas.

 

     Pinochet, en cambio, construyó un régimen dictatorial, autocrático, que refundó Chile desde los cimientos, a partir del terror y la represión y también de la alianza con los Chicago boys. Augusto Pinochet, un oficial chileno del siglo XX (es decir, formado en la tradición prusiana), fue un dictador despiadado y cruel, con una ambición de poder incontenible, que intentó perpetuarse en la cima del régimen hasta el fin de sus días, como su admirado Franco.

 

 – Allende es una figura que podemos identificarla con las corrientes políticas socialistas del siglo XX. Allí está su densidad y altura. ¿En el caso de Pinochet, representa también corrientes del siglo pasado o es un personaje de última hora que aborda la historia?

– Pinochet egresó de la Escuela Militar en los últimos días de 1936. En 1937, inició su carrera militar… que se prolongó durante 65 años y dos meses nada más y nada menos. Fue un oficial mediocre intelectualmente, pero fue también un fiel y eficiente subordinado para todos sus superiores, como se aprecia en su hoja de vida del Ejército, que por primera vez se cita, extensamente, en esta biografía.

 

     Decidió unirse al golpe de Estado que preparaban Merino, Leigh, Arellano, Bonilla y otros altos oficiales en el último momento, en la tarde del 9 de septiembre de 1973, a solo 36 horas de la sublevación de la Armada en Valparaíso. En la noche del 11 de septiembre fue elegido por Merino, Leigh y Mendoza como presidente de la Junta militar. De manera insospechada apenas tres semanas antes, encabezaba la dictadura que se impuso en Chile. Entonces, y también para hacer olvidar su lugar secundario en la conspiración golpista, asomó su verdadera personalidad: su ambición de poder, su odio cerval a la izquierda, su identificación, en plena Guerra Fría, con la doctrina de Seguridad Nacional y su opción, tempranísima, por recurrir al terrorismo de Estado con la creación de la DINA. Pinochet fue el símbolo del fascismo (“fascismo de mercado”, según Paul Samuelson) en América Latina.

 

– ¿En tu investigación y escritura hay algo que hayas descubierto de Pinochet que no esté ya dicho?  ¿Tu biografía cambia o reafirma lo que ya la historia ha dicho de este personaje?

– Mi libro, de 832 páginas, es la primera biografía de Pinochet escrita a partir de documentación inédita de casi una veintena de archivos de cuatro países, de una bibliografía superior a los 400 títulos y de un repertorio de 138 medios de comunicación de 16 países. Por tanto, es evidente que hay infinidad de aspectos novedosos o que por primera vez se fijan con claridad y de manera indiscutible a partir de documentación de la época: su infancia y su etapa escolar, sus cuatro años en la Escuela Militar, toda su trayectoria militar a lo largo de 36 años (a partir de su hoja de vida), su desconocida etapa en la masonería entre 1941 y 1942, su rol durante el Gobierno de la Unidad Popular, las cartas con Francisco Franco… Su periodo como dictador (1973-1990) lo examino a partir del análisis de cientos de discursos, entrevistas y noticias de prensa, así como de la documentación del archivo privado del cardenal Silva Henríquez, del expresidente Eduardo Frei, del archivo paraguayo donde se conservan los papeles de la Operación Cóndor, los documentos desclasificados por Estados Unidos, el archivo de Margaret Thatcher o la revisión de las miles de páginas que suman todas las actas de las reuniones secretas de la Junta Militar hasta marzo de 1981, cuando Pinochet dejó de integrarla.

 

    Además, por primera vez, se examinan los documentos de la diplomacia chilena relativos al periodo de su detención en Londres, que ofrecen nuevas e intensas luces acerca de cómo el Gobierno de Frei Ruiz Tagle y el canciller Insulza operó para salvar a Pinochet de la extradición y el juicio en España.

 

El historiador Mario Amorós

 

– ¿Hay momentos cruciales en la vida de Pinochet?

– Como demuestro, cuando ingresó en la Escuela Militar, en 1933, era su última oportunidad para formarse como oficial del Ejército. Si aquel año, como ya le había sucedido en dos ocasiones anteriores, hubiesen rechazado su candidatura, ya no hubiese podido postularse de nuevo. En 1947, logró con gran esfuerzo ser admitido en la Academia de Guerra. Ahí se jugaba la posibilidad de ascender más allá del grado de capitán. A partir de su ascenso al grado de coronel, su destino, como el del resto de sus pares, estaba en gran parte determinado por el “baile” de ascensos de cada fin de año, en los que contaban aspectos impredecibles. Él tuvo suerte en este sentido.

 

    El 23 de agosto de 1973, cuando era el jefe del Estado Mayor General del Ejército (el número dos de la institución), Salvador Allende pudo haber designado a otro general como nuevo comandante en jefe tras la dimisión de Prats y Pinochet habría pasado a retiro. Le eligió a él por recomendación del propio Prats por su comportamiento impecable desde principios de 1971 en Santiago, primero como jefe de la guarnición y después como jefe del Estado Mayor General del Ejército. Pinochet correspondió a esa confianza con la puñalada en la espalda que le asestó el 11 de septiembre de 1973.

 

     Tuvo también mucha suerte cuando a partir del 17 de octubre de 1998 el Gobierno de Frei Ruiz Tagle, integrado en parte por ministros socialistas (como el canciller José Miguel Insulza), decidió librarle de la extradición a España, que fue aprobada finalmente por la justicia británica justo un año después. Si ya su detención en Londres a petición de la justicia española fue un hito para la jurisdicción penal internacional y el enjuiciamiento de los crímenes contra la humanidad, imaginemos qué hubiera supuesto su extradición a mi país para responder de ellos. La confabulación de los gobiernos de Frei, Aznar y Blair le salvaron.

 

– ¿Hay diferencias entre el Pinochet militar y el político?  

– Pinochet fue 100% un militar. No tenía más intereses que los vinculados a esta materia. Como manifestó en una entrevista que cito en el capítulo introductorio, odiaba, por ejemplo, la poesía. Fue obediente a sus superiores durante 36 años y después exigió esa misma obediencia ciega. Durante décadas, gobernó su casa (así lo admitió) como un cuartel militar y a partir del 11 de septiembre de 1973 dirigió un Ejército que declaró la guerra a su propio pueblo, un Ejército que se comportó como un ejército de ocupación extranjero en su propio país.

 

 – Tras la dictadura y durante la transición, la denominación “dictadura cívico militar” se ha extendido al conocer la función que realizaron los civiles para dar el golpe de estado, durante la dictadura y la transición. ¿Cuál es el rol político de Pinochet entre estos civiles?

– El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 no fue responsabilidad exclusivamente de los altos oficiales de las Fuerzas Armadas que se sublevaron. Sin el papel desempeñado por las agrupaciones políticas opositoras (el derechista Partido Nacional, Patria y Libertad –ahora de actualidad por la excelente película de Andrés Wood- y la dirección del Partido Demócrata Cristiano), por los gremios patronales, por las agrupaciones de mujeres de derechas, en definitiva por la burguesía como clase social, el triunfo del golpe de Estado hubiera sido mucho más difícil y, a lo mejor (no podremos saberlo jamás), hubiera podido ser un golpe más “blando”. Recordemos también, por cierto, el papel siniestro del Gobierno de Nixon y Kissinger.

 

     Particularmente destaco la responsabilidad histórica de la Democracia Cristiana, tan acostumbrada a impartir lecciones de ética en política y a pontificar con discursos valóricos. Frei y Aylwin supieron que venía el golpe de Estado y primero callaron y después lo avalaron dentro y fuera de Chile. Recordemos que en las últimas semanas de 1973, mientras decenas de miles de personas (esencialmente militantes de la Unidad Popular y el MIR) estaban encerradas (y eran torturadas) en los campos de concentración (Estadio Nacional, Chacabuco…) o asesinadas, varios dirigentes del PDC recorrían América y Europa para apoyar a la dictadura, en unos viajes costeados por la CIA, como lo sabemos por los papeles desclasificados.

 

     Asimismo, dedico muchas páginas del libro a explicar la relación de Pinochet con los grupos civiles que le apoyaban y al papel principal de  Jaime Guzmán, el “cerebro gris” del régimen hasta la durísima crisis económica de 1981-1982.

 

     A partir de 1989, hasta su detención en Londres, las elites de la derecha y de la Concertación aceptaron la conversión del ex dictador prácticamente en el “patriarca” de la Transición, como señaló Tomás Moulian. Asumieron su impunidad (parte esencial de los acuerdos explícitos e implícitos que cimentaron la Transición)… hasta que la larga lucha del movimiento de derechos humanos y de la izquierda, unida a la acción de la justicia española, dio sus frutos. A su regreso de Londres, en marzo de 2000, Pinochet se enfrentó a una auténtica catarata de causas judiciales y murió, el 10 de diciembre de 2006, procesado por la justicia chilena, también por el caso Riggs.

 

 

PAUL WALDER

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