Atilio Borón en la presentación de su nuevo libro: “Vargas Llosa es un pensador orgánico de la derecha internacional”
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A Atilio Borón ya casi no hace falta presentarlo. Es en la actualidad uno de los intelectuales de izquierda sudamericanos más activos, prolíficos y comprometidos con los procesos de cambio. Argentino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard, profesor de la Universidad de Buenos Aires, secretario ejecutivo de Clacso por casi una década, autor de decenas de libros y artículos. Hoy, en medio de la confusión y opacidad que rodea a la política latinoamericana, su reflexión y voz es más necesaria que nunca, como guía para una izquierda errática y veleidosa, como base teórica y como ariete contra el pensamiento neoliberal, hoy, lamentablemente, dominante.
En una no tan breve estancia en Chile, Atilio Borón ha venido a presentar su último libro, El Hechicero de la Tribu. Mario Vargas Llosa y el liberalismo en América Latina (Akal Editores. Madrid 2019), una detallada y erudita respuesta a La llamada de la tribu (2018), el último libro del escritor peruano, un ensayo para difundir su pensamiento liberal. En estos días, que le llevan a conferencias en Santiago, Valparaíso y Concepción, por una invitación de la Fundación Memoria y Futuro, el pensador argentino tuvo un momento para esta conversación.
El Hechicero de la Tribu… ¿es un diálogo entre intelectuales, un libro de crítica cultural o sobre teoría política. ¿Por qué Vargas Llosa? ¿Qué peso tiene el escritor peruano en la difusión de la doctrina liberal en América Latina? ¿Se merece esta contundente respuesta suya? ¿Los cambios que vive hoy en la región son una consecuencia de este discurso?
Vargar Llosa es para mi el gran divulgador de las ideas liberales en nuestro continente. Es el personaje más importante, con un peso extraordinario. Cada nota que él saca en el diario El País de España a los dos o tres días se reproduce en más de 300 diarios de toda la región, además de la prensa norteamericana y europea. Es el divulgador más importante que tiene el liberalismo en el mundo hoy en día. Evidentemente, su palabra tiene un peso enorme. Forma el sentido común de un discurso que luego repiten no solo los pensadores liberales, los conservadores, sino también los pensadores de una izquierda muy confundida, como la que tenemos hoy en América Latina, que no hace la discriminación fina para distinguir posiciones que deben ser diferenciadas y por tanto no caer en los lugares comunes del neoliberalismo.
¿Puede detallar esos lugares comunes?
Esos lugares comunes del liberalismo que escuchamos diariamente. La idea de que esta es una sociedad que te brinda igualdad de oportunidades, de que todo depende de tu esfuerzo individual, la idea de que cualquier actor colectivo constituye un retorno a la tribu. La idea de que cualquier estrategia de carácter colectivo que inhiba a la iniciativa privada, individual, está condenada al fracaso. La idea de que el Estado cada vez que interviene coarta las libertades políticas, económicas y sociales de los sujetos y establece de alguna manera una forma de dictadura. La idea de que una reelección en América Latina es el camino al despotismo, no así en Europa. Ante eso Vargas Llosa se calla. Y no dice nada de su amigo Felipe González, que estuvo doce años en el poder. O Helmut Kohl, dieciséis, y Angela Merkel, que si termina su mandato, también estará dieciséis. Todo eso forma parte de los lugares comunes de Vargas Llosa, dichos con una prosa muy elegante, persuasiva, seductora. Por eso la enorme influencia que tiene en la prensa de nuestro continente. Y a partir de ahí eso se reproduce en miles y miles que de alguna manera reciben este mensaje intermediado por los medios controlados por la derecha de nuestro continente.
En el libro usted destaca la conversión de Vargas Llosa, desde su época a favor de la Revolución Cubana, de marxista sartreano a neoliberal. Pero no es el único intelectual con esa trayectoria. Han sido varios, como Octavio Paz, o Arthur Koestler, en Europa. Y está también el caso de Borges, con un enorme ego o soberbia intelectual que lo llevaba a provocar constantemente.
Pero Borges nunca fue marxista, a diferencia de Vargas Llosa. Creo que Borges fue siempre un tipo animado por un espíritu transgresor, cínico, profundamente irónico, que nunca creía demasiado ni en las derechas ni en las izquierdas. En cambio Vargas Llosa es un estalinista de derecha. Un fanático absoluto de derecha. Al fin y al cabo Hayek es uno de sus maestros. Borges nunca lo fue. Borges podía visitar a Pinochet y dos días más tarde decir cualquier cosa sobre los militares. Vargas Llosa es un pensador orgánico de la derecha internacional, por lo tanto es un hombre de una influencia que difícilmente se puede menospreciar, sobre todo después de su libro La llamada de la tribu, el libro en el que presenta a los autores que le moldearon su cabeza, que lo sacaron de la oscuridad del marxismo y lo convirtieron al liberalismo, como él dice. Ahí menciona a Adam Smith, Ortega y Gasset, Hayek, Popper, Isaiah Berlin, Raymond Aron a Jean François Revel. Bueno. Lo que yo hago en mi libro es examinar qué es lo que él toma de estos autores. Primero, si los interpreta correctamente o no. Yo diría que en la mayoría de los casos los interpretó correctamente pero no sometió las ideas de esos actores a una crítica seria y rigurosa, tanto teórica como histórica.
En el primer capítulo del Hechicero usted expone la enorme admiración que Vargas Llosa le tiene a Ronald Reagan y Margaret Thatcher, cuyos encuentros él considera momentos cruciales en su vida. De aquellos momentos han pasado varias décadas.
En realidad la conversión de Vargas Llosa es más lenta. El comenzó a cambiar en 1968 con el caso Padilla, en Cuba, con la invasión de la URSS a Checoslovaquia, la revolución de Mayo en París. Ese proceso tiene por lo menos cuatro años, porque él realmente pasa definitivamente al otro lado en 1975. El estuvo a favor de Velasco Alvarado en Perú (1968-1975) y deja de apoyarlo hacia el final del régimen. Cuando se produce el derrumbe del velasquismo, del que nunca habló mal, entra en un eclipse hasta que tiene la famosa cena con Margaret Thatcher. Es la reunión que le abre los ojos y le hace decir que esa mujer le demostró en la práctica qué es el liberalismo y cómo el liberalismo podía hacer de una sociedad atrasada la más vibrante de Europa. Luego fue el encuentro con Reagan. Para Vargas llosa, él destruyó a la Unión Soviética, que es lo que más destaca.
Vargas Llosa es un divulgador del liberalismo. ¿Pero qué tenemos en este momento? Aparentemente, no hay un liberalismo puro. Proteccionismo, nacionalismos. ¿Qué pasa con el liberalismo ortodoxo de Vargas Llosa? ¿Es eso lo que tenemos o estamos derivando hacia otras formas de economías y organización?
El liberalismo en la fase actual del desarrollo del sistema imperialista es el neoliberalismo. Porque además se convirtió en una filosofía integral. El neoliberalismo no es un proyecto económico, es un proyecto refundacional de nuestras sociedades sobre la base del egoísmo, del lucro, por el principio de la ganancia, de la desprotección social como incentivo para el progreso material. Cuando tú escuchas a Hayek él dice que lo que hay que hacer es promover la desigualdad porque ese es el acicate que lleva a la competencia, a la innovación y te lleva al progreso. Mira el caso de Chile, que es uno de los diez países más desiguales según el Banco Mundial. Para Hayek, Chile va por buen camino porque al estimular esta desigualdad está haciendo que chilenas y chilenos piensen de qué manera construyen una vida mejor para ellos.
¿Hay una utopía neoliberal, un lugar de llegada?
Sí, claro. O una distopía, según nuestro punto de vista (Risas). Pero bueno. Utopía quiere decir “no existe tal lugar”. No existe tal lugar de una sociedad de mercado libre, democrática, de plenas libertades, etc. Eso ha fracasado en todo el mundo. Lo que tú ves hoy es una vuelta de Estados Unidos, o una acentuación, del proteccionismo, que EE.UU., por cierto, nunca abandonó. Porque hay que tener en cuenta que este país nunca tuvo una política de libre comercio sin restricciones.
Pero hay un cambio. Una tensión entre los globalizadores y nacionalistas. ¿Qué significa el triunfo de los nacionalistas con Trump para el neoliberalismo?
Eso se resolvió ahora, por lo menos provisionalmente, a favor de los nacionalistas y proteccionistas. Por una cuestión muy simple. Estados Unidos es un imperio en decadencia. en ese contexto, un imperio que se convierte en la nación más endeudada del mundo, que tiene una deuda que es un 120 por ciento de su producto bruto. Ante el evidente fracaso del globalismo viene la reacción ultraconservadora, que no es sólo económica, sino es racista, misógina, homofóbica, cultural, xenofóbica, representada en la figura de Trump.
Habría que preguntarse qué pasó con todos nuestros países, por qué después de 30 o 40 años de transición democrática todavía tenemos democracias deficitarias, débiles, incompletas, sin justicia social, sin derechos sociales, sin elevar la calidad de vida de la población, sin expandir los sistemas educacionales.
¿Por qué se requiere este discurso de odio?
Se requiere porque tiene que revertir una situación. El sueño americano se acabó. No more. En qué consistía. Un trabajo estable, bien remunerado, ibas a tener seguridad social, salud, ibas a ahorrar y enviar a tus hijos a la universidad. Hoy no hay nada de eso. Hoy el ingreso medio de una familia americana blanca está en torno a los 60 mil dólares anuales. La matrícula para enviar a un niño a un college de buena calidad es de 70 a 75 mil dólares por años. Si tiene dos hijos, son 140 mil por año. Eso solo para un BA, o sea una licenciatura. Por eso si vas a una universidad norteamericana te encuentras con malasios, chinos, coreanos, japoneses, indios, menos americanos. Hay todavía, pero cada vez menos porque son familias altamente endeudadas que no pueden pagar la educación de sus hijos. Por lo tanto, el American dream is over. Se acabó.
Se acaba el sueño americano, pero también se acaba un horizonte de proyectos en todo el mundo. Tenemos un problema que no solo es estadounidense.
El capitalismo está en problemas. Evidente, no es que está dando sus últimas bocanadas, no es que esté a punto de derrumbarse. Pero evidentemente se enfrenta con contradicciones que son prácticamente irresolubles. Te diría que hoy por hoy la más urgente e inmediata es la contradicción entre el proceso de acumulación capitalista y la sobrevivencia del medio ambiente. La destrucción del medio ambiente que están haciendo estos bárbaros no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Esta es la primera contradicción grave que se expresa en Estados Unidos. Por ejemplo, que el estado de Nueva Jersey prohíba la extracción del shale oil, el petróleo a través del fracking, habla ya de un obstáculo para la industria petrolera pese a que Trump diga que lo saquen a como dé lugar. Pero Nueva Jersey dijo que no por los microtemblores y la contaminación de napas de agua. Ese es uno de los tantos ejemplos de la contradicción entre capitalismo y medio ambiente. Está el descongelamiento de Groenlandia. El nivel del mar puede subir a fin de siglo hasta cinco o más metros con lo cual Nueva York queda bajo el agua. No una ciudad pequeña, estamos hablando de Nueva York. Segunda contradicción, la clásica, que fue la que entrevió Marx a finales del siglo XIX: la contradicción entre el trabajo asalariado y el capital. Un capitalismo cada vez concentra más riqueza en menos manos provocando la miseria o la pauperización de la mayoría de la población mundial. Hoy en día el uno por ciento más rico del planeta dispone de más ingresos que el 99 por ciento restante. Qué viabilidad puede tener un sistema internacional como este.
Lo mantienes por la fuerza
Claro. Esa es la razón de las más de mil bases militares que Estados Unidos tiene en todo el mundo. Un sistema que ha puesto a escala planetaria estas bases para preservar su acceso a los bienes fundamentales que requiere para sostener el modo americano de vida. Y esta es la clave para entender lo de Venezuela.
Se mantiene por la fuerza porque en los territorios, en todos los rincones del mundo las personas sienten los efectos del cambio climático y de la globalización, que les ha quitado los mercados y alterado sus formas de vida. Hay una sensación de incomodidad, de indignación si se quiere, pero no hay una propuesta ni regional ni global. Lo hubo hace unos años en nuestra región, pero hoy todo aparece licuado. ¿Por qué esta especie de inmovilidad en un momento tan complejo?
Desgraciadamente han habido reservas muy grandes ante las tentativas de armar una estrategia global de lucha contra el imperialismo. En los años del Foro de Porto Alegre había un grupo de intelectuales, como Samir Amin, Pablo González Casanova, François Houtart, gente así, que propusimos que el Foro se convirtiera en una instancia de coordinación internacional de las luchas. En aquellos años las semillas transgénicas las manejaba Monsanto, hoy Bayer. Luchar contra las semillas transgénicas, decíamos entonces, no se puede hacer a escala local sino global. Hacerlo de forma aislada es una lucha condenada a la derrota. Se requiere reunirnos todos y en contra de un actor que tiene una estrategia global de expansión capitalista sobre la base del transgénico. Por tanto la idea era crear en nuestro lado un actor unificado que tenga una contraestrategia para defendernos de aquellos. Pero no pasó nada. Y cuál fue el argumento. Que era revivir el estalinismo de la Tercera Internacional. Absurdo. Ya había desaparecido la Unión Soviética. ¡De qué estalinismo estamos hablando! No todo proceso de centralización de luchas puede ser asimilado a la III Internacional. Hoy, la agricultura transgénica ha arrasado los cinco continentes. Perdimos la batalla. Esa es mi respuesta a tu pregunta. La izquierda no ha madurado un pensamiento político, el pensamiento estratégico político. No hemos producido a escala mundial un estratega como fue Lenin, por ejemplo. No se puede luchar contra el capitalismo en el aislamiento nacional. Qué clase de sistema es el capitalismo. Un sistema mundial. Y cómo se combate un sistema mundial, con otra estrategia mundial. Y si lo haces solo, le pasa lo que le pasó a Chile con Allende, o lo que le está pasando a los cubanos, que han tenido que soportar 60 años de bloqueo, o lo que le está pasando a Venezuela. Tiene que haber una conjunción de fuerzas internacional, pero nosotros nos dividimos porque no tenemos un diagnóstico claro. Sobre todo un diagnóstico claro falta en un tema como el imperialismo; es la ausencia total en la cultura de la izquierda. Hay una subestimación absoluta del tema imperialista. Uno no comprende declaraciones de miembros conspicuos de la izquierda chilena que parecen extraterrestres, gente que no vivió en este país, que no ha leído los documentos desclasificados de la CIA respecto al gobierno de Allende.
De qué izquierda estamos hablando. ¿De la socialdemócrata chilena?. Esa izquierda neoliberal ya no tiene ninguna posibilidad de volver al gobierno.
Ninguna chance. Han perdido totalmente su identidad. La socialdemocracia hoy es neoliberalismo social.
Ese ha sido posiblemente uno de los aspectos más graves de los últimos años en cuanto ha generado una confusión total en la ciudadanía y vota hoy por cualquier cosa. ¿Es así?
Así es. La confusión que tenemos en la Argentina ahora es fenomenal. Las tres principales fórmulas están llenas de peronistas, entonces cuál es la alternativa. O la confusión acá, en las fuerzas que se nuclearon en la Nueva Mayoría para terminar en esto.
Bueno, la pregunta necesaria. ¿Qué futuro le ve a la situación venezolana?
Mira. Estados Unidos quiere apoderarse de Venezuela, no hay duda, lo ha dicho Pompeo, Bolton, Trump, con cierto matiz. Pero Bolton ha dicho con claridad que quiere que las empresas estadounidenses saquen el petróleo de Venezuela. Son declaraciones textuales. Ante esto, el futuro de Venezuela dependerá de la resistencia de ese pueblo. Un bloqueo total, genocida, no pueden importar alimentos ni medicamentos. Qué futuro tiene. El pueblo va a resistir. El pueblo está muy bravo contra Estados Unidos, critica al gobierno por no ser más fuerte, por no ser más duro con la derecha antipatriótica, vendida, una derecha que va a Washington a pedirle que invada a su propio país, una invasión que provocará miles de muertos, que no distingue entre chavistas y antichavistas. Van a destruir como lo hicieron en Irak, en Libia. Arrasan con todo. Hay un sentimiento muy fuerte de odio del pueblo raso venezolano, crítico de Maduro porque no es lo suficientemente duro con esa gente.
El asedio contra Venezuela es también desde Sudamérica misma.
Se ha instalado el discurso de la dictadura. Y eso es Vargas Llosa. El grupo de Lima. Macri, Piñera, Bolsonaro son simplemente peones de la Casa Blanca. Están absolutamente desprestigiados.
Qué democracia es la que priva de derechos económicos, sociales y culturales elementales a la población. Eso no es democracia. Qué democracia hay en Chile, cuando menos de la mitad de la población adulta vota. No valoran para nada este sistema, por más que le llamen democracia
¿Y qué pasa con México?
Está muy complicado porque a México lo están presionando con mucha fuerza. Le están poniendo controles. Trump ha obligado a México a cumplir un papel de policía de fronteras, hay amenazas de corridas bancarias, de bloqueo de inversiones, de presiones arancelarias. En un contexto en que por lo menos la mitad del territorio nacional está controlado por los narcos, que es un dato muy significativo. La herencia que dejan estos doce años de gobiernos panistas y después el PRI con Peña nieto es de un país dominado por los narcotraficantes. Ante ello el gobierno nacional tiene escaso margen de maniobra. Mataron a tres periodistas la semana pasada. Es un tema que no puedes tocar. No puedes hablar de narcotráfico en México porque lo pagas con tu vida. Pese a todo, México, con su honrosa salida, ha debilitado al Grupo de Lima. Y Tabaré Vásquez ha tenido también una actitud más digna, incluso, que Pepe Mujica respecto a Venezuela porque ha mantenido firme el principio de la no intervención y la resolución pacífica de controversias.
Boaventura de Sousa Santos ha dicho en estos días respecto a López Obrador. Si fracasa, se apaga una luz en América Latina. ¿Lo entendemos como el fracaso definitivo de la vía electoral como herramienta de cambios?
Yo corregiría a Boaventura. La vía electoral ya fracasó en América Latina. Estamos todavía transitando hacia la democracia. Imagina en Argentina. Estamos desde 1983 transitando hacia la democracia y tenemos gobiernos como el de Macri que provocan una involución económica y social desastrosa. Qué democracia es la que priva de derechos económicos, sociales y culturales elementales a la población. Eso no es democracia. Qué democracia hay en Chile, cuando menos de la mitad de la población adulta vota. No valoran para nada este sistema, por más que le llamen democracia, pero nadie cree que es una democracia porque no vale la pena inscribirse e ir a votar. En Argentina la gente va a votar pero sabe que no hay ninguna alternativa real y atractiva. No es si fracasa AMLO en México. Habría que preguntarse qué pasó con todos nuestros países, por qué después de 30 o 40 años de transición democrática todavía tenemos democracias deficitarias, débiles, incompletas, sin justicia social, sin derechos sociales, sin elevar la calidad de vida de la población, sin expandir los sistemas educacionales.
Y hoy, a diferencia de unos años atrás, podemos afirmar que estamos en un momento de clara regresión.
Esta vez bajo fórmulas aparentemente democráticas. Que son simulacros democráticos. Pero la democracia está en crisis en todo el mundo, no solo en América Latina. Pienso en la Unión Europea. Cómo hablar de democracia en países como España, que ha instituido una legislación social absolutamente reaccionaria. Tenemos que hacer un esfuerzo para resistir todo esto. El futuro no es el capitalismo.
Y tenemos la tendencia de caer en el pesimismo
Tenemos que ser conscientes que es una situación difícil. Por eso yo apelo a la fórmula gramsciana; pesimismo en la razón, optimismo del corazón. Hacemos un diagnóstico muy negativo, complicado, difícil, pero hay que tener la conciencia de que podemos avanzar y superar la situación. El capitalismo no será eterno. Incluso con unas pocas medidas que se tomen podemos comenzar a desmontar esta maquinaria infernal del capitalismo. Si nosotros logramos desmercantilizar tres cuestiones que el capitalismo mercantilizó, derechos que convirtió en mercancías altamente lucrativas, como la seguridad social, las AFP aquí en Chile, la educación, convertida en un fuente de lucro, y la salud, tenemos tres impactos que afectan la viabilidad del capitalismo. No es que se requiera una revolución, pero sí un gobierno animado genuinamente por una vocación de reformas sociales profundas y anticapitalistas que puede empezar avanzando en esas tres direcciones. Seguridad social, salud y educación. Reconvirtiendo lo que eran derechos que después la lógica del capitalismo convirtió en mercancías. Esa es la batalla inmediata. Por eso es importante lo de AMLO y su gran inversión en educación pública y en crear universidades pequeñas en comunidades.
PAUL WALDER