Se derrite el museo de cera del mago Merlín
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De manera inesperada se comienza a derretir el museo de cera de Las Condes. O expresado con palabras menos trágicas, a desprestigiar, pues hay de por medio razones éticas y estéticas. Veamos. Protestas, despidos de los escultores, mala calidad del producto, vestuario de pacotilla, donde algunos personajes expuestos, que hoy en día están vivos, se quejan de su estropeada facha, pues alegan que parecen muertos. Así se pone en riesgo la continuidad de la exhibición. Crear un museo de cera en Chile imitando al famoso museo de Madame Tussauds y de otros lugares del mundo, surgía como una genial idea. Hay algo de farándula en el proyecto, sin embargo, debemos entender que se vive de la farándula. Se abre así la posibilidad que en breve se inaugure el museo de Cera del Hampa, el cual se halla más ajustado a nuestra realidad. El alcalde de Las Condes, el incombustible Joaquín Lavín, cuya iniciativa plástica empieza a encontrar detractores, desde hace años soñaba tener un museo de cera. Abundan las quejas del público, sobre todo entre los personajes que figuran en la muestra. Cuando aun no se había inventado la fotografía, las personas pudientes se hacían retratos al óleo y en infinidad de ocasiones, los devolvían al pintor, indignados porque éste no había mejorado su semblante.
Una conocida vedette, rumbo a la senectud, alega que le pusieron en exceso papada en desmedro de las pechugas, que sí tienen prestigio internacional por su altivez y abundancia. Ni hablar de sus ojos color miel, donde cree observar patas de gallo, arrugas como sillín de bicicleta, incluidos lunares con pelos, que jamás ha tenido. “Me veo más pequeña de estatura y ello menoscaba mi presencia”. Alega amargada y frunce la boca, empeñada en que las arrugas que dice no tener, aparezcan en su rostro pajizo, mientras solicita que se debe intervenir su efigie. Un tenista, también huésped del museo de cera, expresó en su erudito lenguaje cervantino, donde menudean las faltas de ortografía: “A quien mierda se le ocurre hacer esa “huevá” de “estuatuas”; son todas iguales; típico de Chile, “apurao” y mal hecho”.
También, entre quienes se han quejado con amargura, se encuentra un ex presidente de la república. Cuando se vio representado en un monigote de cera, con expresión mística, alegó que le habían puesto una nariz demasiado grande. “Ni que fuese la narizota del “patipelado” que escribe estas crónicas en El Clarín”, alegó, mientras exigía la intervención de un cirujano plástico. El público también se queja y los niños que concurren al museo, se ponen a sollozar de miedo al ver esa galería de personajes, algunos detenidos en el pasado, otros convertidos en mamarrachos, a la espera que la historia los olvide.
El escultor Rómulo Aramburú, encargado del trabajo primitivo, entrevistado por la prensa satélite del gran jefe, declaró: “Me han tratado como un estropajo”. Enseguida se lamenta que a las figuras las rasparon, retocaron, cepillaron, lijaron, le pasaron escofina como si fuesen momias, para vender a los museos de Europa. Entonces, lanza dardos de desprecio a su ayudante, el escultor Luis López y agrega: “Yo lo cobijé en mi regazo, le enseñé el arte de la escultura, que nos viene de Miguel Ángel, Rodin y de Rebeca Matte, autora de la escultura situada al frente del Palacio de Bellas Artes de Santiago y que los idiotas la mean y la rayan”.
En la comuna de las Condes, donde ocurren milagros día a día, ya sean normales o paranormales, se han organizado grupos de piadosas feligresas. Alegan hallarse resueltas a solicitarle al alcalde Joaquín Lavín, derretir esos mamarrachos, que tanto repudio ha originado entre moros, cristianos, anarquistas y gente regia. Piensan que es más provechoso y justo, destinar la cera a hacer velas y cirios, para surtir a las iglesias del sector y volver a cautivar a quienes se niegan ir a misa. Como todo se encuentra en veremos en medio del guirigay, y nada se ha resuelto, el Museo de Cera del profeta y mago Merlín o Lavín, continúa funcionando. Miles de personas concurren a diario a la exhibición, aunque dicen que jamás volverían a ese “Templo del desatado paganismo”. No vaya a suceder que amigos de lo ajeno roben las vestimentas de las figuras de cera y las dejen en pelotas. Al alcalde Lavín le queda la alternativa de paliar el rechazo a su Museo de Cera, si convierte la avenida Apoquindo en canal como en Venecia, para llegar al museo en góndola. Así devuelve el perdido romanticismo a la comuna, donde florecían los aromos y asegura su próxima presencia en el Museo de Cera, abrazado a Pinochet, su mentor.
Por Walter Garib