Dos puntas tiene el nazismo: Serrano y Kast
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Alguna vez Chile tuvo nazis de mejor prosapia que los actuales seguidores de la doctrina racista hitleriana. Recuerdo a Miguel Serrano y certifico lo dicho, pues perteneció a la generación literaria de 1938, y se le considera el creador del surrealismo mitológico expresado a través de una «poesía de la prosa». Es el representante de un «nacionalismo telúrico» que le llevó a sublimar el territorio chileno, transformándolo en un centro espiritual del mundo. Durante el largo y violento proceso de la Segunda Guerra Mundial, se declaró ‘nazista y defensor de la figura y obra de Adolf Hitler’, llegando a constituirse en uno de los más relevantes ideólogos del nazismo en Chile, y exponente clave del ‘hitlerismo esotérico’.
Serrano nunca negó su amor a los postulados del NSDAP (Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes), tampoco se cuestionó tal inclinación. En su carrera diplomática, fue embajador de Chile en la India, Austria y Yugoslavia, y amigo no sólo de de Carl Jung, sino también de Jawaharlal Nehru, Indira Gandhi, el poeta Ezra Pound, Hermann Hesse, el Dalai Lama y otros personajes.
Una vez abandonada la diplomacia, en 1972 y luego de haber sido embajador de Chile en Yugoslavia y en Austria, se instaló en la Suiza italiana, en Montagnola, en la vieja Casa Camuzzi, donde un día también habitara su amigo Hermann Hesse.
Allí se dedicó a escribir algunos de los libros en los que revela todo su conocimiento sobre el Nazismo Esotérico, además de haber publicado obras puramente literarias como Los Misterios o Las Visitas de la Reina de Saba.
En el fondo de su alma, Miguel Serrano debe haber vivido una existencia dolorosa pues jamás pudo departir algunos minutos con su ídolo…y tal vez, también en el fondo de su alma debe haberse agitado el manto de la duda, pues le resultaba imposible rebatir verdades enormes, como aquella que mostraba a los viejos nazis, a los dirigentes máximos del NSADP, como enemigos abiertos y declarados de poblaciones no arias, entre ellas, las nuestras, las naciones latinoamericanas a las que el propio Hitler llamó «pueblos de estiércol».
Bien, pues, esa es una de las dos puntas del nazismo en Chile. ¿Cuál es la otra? O mejor dicho, ¿Quién está en ella? En este caso se trata de un hombre poseedor de genes germánicos, José Antonio Kast, cuyos padres se asentaron en nuestro país después de terminada la segunda guerra mundial, la que produjo un éxodo de alemanes (muchas de ellos eran nazis) hacia estos “pueblos de estiércol”.
El padre de José Antonio, Michael Kast Schindele, formaba parte del ejército de Hitler que participó en la invasión a Rusia (“Operación Barbarroja”), específicamente en la zona de Crimea. Las masacres que allí realizaron los nazis están documentadas como las más bárbaras cometidas en la segunda guerra mundial. Encerraban a niños y mujeres para quemarlas vivos, como ocurrió en la masacre de Kathyn en 1943, donde 149 personas fueron asesinadas, entre ellos 75 niños.
Derrotadas finalmente las fuerzas de Hitler en Europa, Michael Kast huye a Roma, el Vaticano lo protege y logra enviarlo a Argentina. Desde allí, el año 1951, se traslada a Chile donde, con la ayuda de viejos nazis criollos y algunos agricultores derechistas, logra asentarse en la comuna de Buin.
De inmediato adhirió a los movimientos de ultraderecha existentes en el país. Sus hijos, especialmente los mayores, participaron de lleno en aquellos referentes políticos que posteriormente presentarían claras tendencias sediciosas en la época del gobierno de la Unidad Popular, y luego, en plena dictadura, ocuparon cargos relevantes en el establishment totalitario, como fue el caso de Miguel Kast, hermano mayor de José Antonio.
En las primeras semanas de la dictadura cívico-militar, la familia Kast estuvo involucrada en la detención y asesinato de setenta (70) personas (muchos de ellos campesinos) de la comuna rural llamada Paine, cercana a Santiago. La participación de esa familia en tales crímenes está relatada en la investigación que realizó el periodista Javier Rebolledo, la cual plasmó en dos libros: “A la sombra de los Cuervos” y “Los cómplices civiles de la dictadura”, publicados el año 2015.
La página web www.laizquierdadiario.cl, el 7de septiembre de 2017, publicó lo siguiente: <<La represión ejercida en Paine durante la dictadura cívico militar del año 1973, tuvo como resultado la desaparición y ejecución de al menos 70 personas, donde se caracterizó por ser una represión ejercida principalmente por civiles apoyados por militares y carabineros; que dieron ejecución y tortura a campesinos, comerciantes, profesores y estudiantes. Entre los civiles que colaboraron con la dictadura militar se encontraba la familia Kast, la cual participó mediante el primogénito Miguel Kast, discípulo de Milton Friedmann y quien formó parte de los Chicago Boys. Consultor de la CNI (Dina), Ministro y presidente del Banco Central de Pinochet, se le vincula a millonarias estafas como la Cutufa. Murió un 18 de septiembre, no sin antes legar a Chile la miseria y a su familia el poder y acomodo político que hasta hoy ostentan>>
A ese grupo pertenece José Antonio, destacando por su acendrada inclinación a posiciones políticas que deslindan claramente con el fascismo de mediados del siglo veinte imperante en Italia y España. Católico observante, miembro de la comunidad Schoenstatt, participó largo tiempo como miembro de la muy derechista tienda partidista Unión Demócrata Independiente (UDI), pero renunció a ella aduciendo que Chile requería un gobierno más duro y más nacionalista que el ofrecido por los vástagos ideológicos de Jaime Guzmán y Augusto Pinochet.
Con pertinacia pretende convertirse en candidato a la presidencia de la república sin rechazar el uso de mañosas formas de hacer política en un sistema democrático, con el cual tuvo que casarse aún sin amarlo ni quererlo. Y lo demostró palmariamente, pues en su último periodo como parlamentario (2014-2018), asistió solamente al 20 % de las sesiones del Senado.
Ha montado una estrategia propagandística siguiendo los lineamientos que esbozara Joseph Goebbels en el gobierno de Hitler, donde la mentira ocupa lugar de privilegio, <mientras más grande sea mejor puerto encontrará” (Goebbels, 1939)> Esa es también la máxima del populismo que José Antonio gusta de utilizar cual caballito de batalla. “Como todo populismo de derecha, operas sobre noticias falsas y descalificaciones. Eres un peligro para el debate democrático y como sabes que (Joaquín) Lavín impedirá que seas el líder de la derecha tratas de tener prensa recurriendo a la peor política. Eres el Bolsonaro chileno”, fue el comentario que le hizo Alejandro Guillier a través de las redes sociales.
Dos puntas ha tenido hasta ahora el nazismo en nuestro país. Miguel Serrano, que siempre pretendió convencer a los chilenos respecto de las “bondades” del nacionalsocialismo y que fue un supremacista blanco que mediante los libros que escribió intentó disfrazar sus odios raciales y su amor al totalitarismo, fue una de ellas. Entre los amigos de Serrano se cuentan personajes de rango mayor, lo cuales ya los mencionamos al inicio de esta nota: Carl Jung, Jawaharlal Nehru, Indira Gandhi, Ezra Pound, Hermann Hesse, el Dalai Lama.
Y la otra punta de nazismo criollo está representada por José Antonio Kast, cuya pretensión es acceder al gobierno para llevar a cabo la concreción de ideas personales, peregrinas y peligrosas, respecto de la economía, la gente, la paz social y la igualdad ante la ley y el estado, como por ejemplo, imponer la asignatura de religión con carácter de obligatoriedad en la educación básica y en la enseñanza media, llevar militares armados con equipamiento de guerra a la Araucanía, prohibir la educación sexual en escuelas y liceos, establecer que las AFP sean el sistema único de pensiones, rebajarles el impuesto a los megampresarios, controlar con puño de hierro las redes sociales y la prensa, autorizar la compra de armas por parte de ciudadanos comunes, etc.
Además, aunque las comparaciones nunca son buenas, es sano saber también que los amigos y referentes culturales de Kast no tienen la prosapia que poseían las amistades de Serrano, vea usted: Jair Bolsonaro, Donald Trump… y por cierto, los moradores de Punta Peuco.
Los tiempos se acortan… el fascismo acecha y avanza. Hay que combatirlo desde todos los ángulos… y hay que hacerlo a tiempo. La Historia nos lo ha enseñado.