Crónicas de un país anormal

Chile, un país donde sólo los pobres, los cándidos y los honrados pagan los impuestos por los ricos, sinvergüenzas y cara de palo

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Que los ricos no paguen impuestos no es ninguna novedad, pues viene desde hace  siglos. Por ejemplo, Voltaire se hizo rico vendiendo pertrechos al ejército y por eso decía con propiedad que un buen gobierno consistía en que la minoría hiciera trabajar a la mayoría y  viviera a costa del trabajo de  los más. Rousseau enseñaba que los hombres nacen libres, pero que en el transcurso de la vida se llenan de cadenas.

 

En el caso del 1% de los chilenos, la casta privilegiada dueña de la torta de la riqueza nacional que, según la sentencia del primer Matte vendedor de tocuyo, son los únicos que tienen derecho a opinar, y lo que es peor, a mandar, evadir impuestos (en Chile se llama elusión) es un requisito necesario para pertenecer al grupo.( un rico honrado es un apestoso)

 

A fin de que la mayoría esté contenta manteniendo a la minoría, y ni siquiera proteste e, incluso, vote por sus candidatos,  hay que convencerla de que está exenta de pagar impuestos cuando en la realidad es que el 50% de la recaudación  tributaria proviene del IVA, impuesto regresivo por el cual tributan los pobres que consumen su magro salario, que les impide pensar en ahorrar.

 

Los acaudalados del país tienen miles “martingalas” y trucos para evadir el impuesto a la renta, por ejemplo, so pretexto de evitar la doble tributación, pagar como dueños de su empresa y no como individuos, según su conveniencia. Por ejemplo, Carlos Délano, uno de los dueños del Grupo Penta, y primer alumno en los cursos de ética a los cuales la justicia dictaminó  en un fallo a  que debía asistir, expresó que los empresarios “brillantes”, como él, hacían un gran servicio a la patria al darle trabajo a unos cuantos chilenos. El que eludieran impuestos sólo mostraba su inteligencia, agrego yo.

 

En un país bien organizado – como aquel de Voltaire – se supondría que los jefes de Estado deben ser pedagogos y que den ejemplo de moralidad y de apego irrestricto a las leyes. En el caso de la democracia bancaria chilena ocurre todo lo contrario: al menos los noticieros acusaron tanto a la ex Presidenta Bachelet como al actual mandatario, Sebastián Piñera, de no haber hecho reconocer ante la municipalidad sus respectivas propiedades  inmuebles en Caburgua, (concedamos que los medios de comunicación mienten y que, además, habría que cerrarlos si siguen molestando al gobierno).

 

La casta privilegiada puede darse el lujo de tener sus propias convicciones y ética, por consiguiente, no es necesario que les den ejemplo de probidad a sus “hombrecitos” y empleadas domésticas. Por ejemplo, bajo esta lógica y moral, no es raro que Herman Chadwick, (hermano del ministro del Interior y primo de Piñera) y Francisco Javier Errázuriz hayan pagado, durante mucho tiempo, un irrisorio impuesto de bienes raíces por verdaderas mansiones equivalente a $36.000 anuales, que a causa del escándalo  provocado por investigaciones periodísticas subieron a 10 millones de pesos. Tampoco es raro que los Matte Larraín economicen usando trucos para rebajar el  impuesto predial. Eso sólo demuestra que para ser rico se requiere ser tacaño, sobre todo con el Leviatán.

 

Todavía no puedo explicarme cómo la excelente periodista Paulina de Allende Salazar pudo incluir en el Informe Especial, del domingo 28 del presente mes, en el Canal del duopolio,  programa que denuncia a quienes eluden el impuesto a los Bienes Raíces, muchos de los cuales pagan cero impuestos por sus enormes casas en Zapallar y otros aprovechan el DFL2, (creo que antes se llamaba “ley Pereira”, que permite pagar sólo el 50% de los impuestos a inmuebles que no tengan más de 140 metros cuadrados); el Programa mostró muchos inmuebles  superiores  a  850 metros, acogidos a la ley DFL2.

 

La diferencia entre los impuestos establecidos para las propiedades agrícolas y las urbanas es enorme; la estrategia seguida por la “gente bien” es muy inteligente: basta con declarar su inmenso feudo como sitio eriazo o como propiedad agrícola, para construir luego sus casas feudales, que las consideran como casas patronales de un gran fundo, carente de cultivos, ganado y de animales domésticos, salvo el perro o gato acompañante de la dama. Las propiedades declaradas como agrícolas pagan el 1% respecto a las urbanas.

 

Que los ricos no paguen impuestos es considerado como normal en el neoliberalismo y en la democracia bancaria. Si bien el capital financiero utiliza métodos capitalistas, en la política y en la propiedad sigue predominando el feudalismo, por ejemplo, los partidos políticos no sólo son dominados por la oligarquía, sino también por verdaderas castas feudales. La ley de Michel es tan verídica como la de la gravedad, (La Ley de hierro de la oligarquía). En el caso de la propiedad privada se trata de no pagar impuestos, pues debe permitir el uso y abuso del amo.

 

Se supone que los impuestos a los bienes raíces deben servir a las municipalidades para mejorar la calidad de vida de los vecinos. Las comunas más ricas deben aportar el 60% a las más pobres, que la brillante periodista investigadora Paulina de Allende Salazar llamó “Pacto Social”, pero olvidó, mucho antes que C. Marx definiera este pacto como la propiedad que define la desigualdad entre los hombres; es decir, que la mayoría debe cargar con la minoría, como lo expresaba Voltaire.

 

El gran revolucionario Maximiliano Robespierre, cuando era diputado ante la Constituyente, decía que los más pobres están tan ocupados en sobrevivir que no alcanzan a darse cuenta de la causa de su explotación. Por suerte para los ricos, en pocos días pasará el escándalo sobre la evasión de impuestos a la propiedad, y vendrá otra noticia que lo opacará. Vivir en la Nirvana del olvido nos permite ser explotados y felices. “Que los ricos coman pan y los pobres mierda, mierda”.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

 

30/07/2019

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