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Guerra y Política, separadas al nacer

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«Todo el arte de la guerra se basa en el engaño. El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”;  eso lo dijo,Sun-Tzu, general chino que cuatrocientos cincuenta años antes de Cristo escribió “El arte de la guerra”, obra que podríamos mezclar  con aquella escrita a finales del siglo XV por otro genio, el italiano Nicolás  Maquiavelo, titulada “El Príncipe”.

 

 Guerra y política parecen contar con las mismas recetas para obtener el triunfo. Queda la ingrata impresión que en ambas actividades el sufrimiento ajeno –el del enemigo derrotado (en la guerra), y el del pueblo llano (en la política)- importa bastante poco,  o tal vez nada.  En ambas, el engaño es cuestión fundamental. Las loas serán siempre para quien mienta a la perfección y engañe con la sapiencia que en tales avatares tiene un demonio de cualquiera de las religiones que perduran en estos tiempos, porque quien así lo haga será el vencedor. Sin embargo, la cuestión principal atraviesa por preguntarles a los que sufrieron directamente los embates del ganador, cuál es el precio que están pagando por la derrota.

 

Guerra y política buscan lo mismo, Derrotar ‘al otro’. Al menos, en la guerra ese ‘otro’ sabe que quien tiene enfrente es su enemigo y lucha contra él. En cambio, en la política, el ya señalado ’otro’ es casi siempre un igual, un par, y para derrotarlo se usa al pueblo. El engaño entonces no va dirigido al enemigo, sino al electorado. La mentira se convierte en parte natural del oficio diario de todo político, que la usa sin  rubor ni arrepentimiento en detrimento directo y único de quienes le dieron el triunfo.

 

Chile ha vivido en paz con sus vecinos desde hace más de un siglo, por lo que “El arte de la guerra” de Sun-Tzú no ha sido necesario aplicarlo (si es que las autoridades militares lo han leído), pero, en cambio, la política criolla asienta sus bases en la obra de Maquiavelo y, además, en la de Giuseppe Tomasi di  Lampedussa,  “El gatopardo”,  lo que implica un claro revisionismo por parte de dirigentes de tiendas partidistas, ya que la mescolanza que cocinaron con esas obras arrojó un producto impensado: el duopolio y sus traiciones. Vale decir, ’gatopardismo’ puro y duro.

 

“Somos socialistas”, dijeron… y entregaron más y más garantías,  poder y dinero a las AFP’, Isapres, transnacionales y megaempresarios sin dios, patria ni ley.

 

“Chile está primero”, vocearon otros que no eran socialistas…y entregaron el mar, los bosques, los minerales, las aguas y los glaciares a manos privadas (extranjeras, preferentemente).

 

“Hay que preocuparse y defender al pueblo”, corearon todos… e incrementaron dramáticamente la profundidad de la brecha económica y la desigualdad social.

 

“Viva Chile libre, soberano e independiente”, gritaron con el corazón en la mano… pero inclinaron vergonzosamente la cerviz ante el imperio estadounidense aceptando la instalación de bases militares en suelo patrio, y obedeciendo a rajatabla las órdenes provenientes del “escritorio Chile” en Washington.

 

“Impulsamos la unidad, hermandad e independencia de las naciones Latinoamericanas”, lenguajearon muchos… aunque esos mismos fueron al extranjero a discursear sobre las bondades del neoliberalismo salvaje y la necesidad de privatizar hasta las nubes en beneficio de la megaempresa transnacional.

 

“Queremos educación pública de calidad”, expresan todos…pero esos mismos ‘todos’ legislan y gobiernan para transformar la educación en un negocio.

 

“Defendemos la libertad de prensa”, es el vocinglero cántico  de políticos y empresarios… sin embargo, empujan, apoyan, defienden y establecen que la prensa –escrita, hablada y televisada- quede en manos de dos consorcios que tienen hermandad ideológica, social y financiera con la ultra derecha económica, el conservadurismo político y el entreguismo vergonzante que hiere de manera grave la soberanía popular, pilar de la democracia.  

 

Lo dijimos en el título de esta nota, guerra y política fueron separadas al nacer, pero provienen del mismo vientre materno.  La principal diferencia entre quienes las sirven se da en la política, donde sus administradores y expoliadores “dicen lo que no piensan, hacen lo que no dicen y piensan lo que callan”. Ergo, mienten a destajo exigiendo el respeto y la admiración de aquellos que han engañado.

 

Poe eso es posible barruntar que en algún momento del largo proceso histórico  las vicisitudes y tareas de guerra y política podrían volver a encontrarse. Ambas tienen enemigos poderosos. En el terreno de las confrontaciones políticas ha comenzado a conformarse un cuadro preocupante, ya que se trata del involucramiento de un segmento de la sociedad, me refiero a la juventud, donde varios subsectores de la misma tienen un peligroso acostumbramiento a la violencia y a la lucha callejera.

 

¿Guerra y política? Los cuadros pertenecientes a la “inteligencia militar” saben a ciencia cierta que la juventud de hoy es muy, pero muy diferente a  la juventud de 1973. Los jóvenes actuales están habituados a la violencia física y social, especialmente en poblaciones. Portan armas (y las usan sin  titubeos).

 

He escuchado a más  un dirigente juvenil poblacional decir: <al milico o al paco’ que nos da ‘canela’, no podemos enfrentarlo cara y cara porque se refugia en sus comisarías y regimientos, pero sí podemos pasarles la cuenta a sus familiares, cónyuge, hijos y hermanos, que están en  la calle y los conocemos… sangre por sangre, y sin llorar>  ¿Qué se puede decir al respecto? ¡Sólo que es terrible, lamentable e inaceptable!, pero se trata de lo que muchos jóvenes están dispuestos a efectuar llegado el momento de las confrontaciones en serio.

 

Lo anterior se refiere específicamente a aquella juventud que habita barrios bravos y que acostumbra a enfrentarse con la ley, tiro a tiro, cara a cara y sin miedo alguno. Son –según algunos afirman- “discípulos de Marcola”, el mesiánico delincuente brasileño líder de cien bandas provenientes de las favelas. Otros dicen querer replicar las ‘Maras’ salvadoreñas. Sea como sea, el asunto es de gravedad, y de ello son conscientes los aparatos de inteligencia de las fuerzas armadas y del gobierno. El horno (intentos de golpe de estado) no está para bollos hoy día.   

 

Pues bien, ese Chile no le gusta a nadie que sea medianamente cuerdo y demócrata, pero no serán personas como aquellas las que podrán efectuar cambios significativos  desde la comodidad de sus computadoras, iPhones y Tablets. Sólo quienes prostituyeron nuestra sociedad para enriquecerse de dinero y poder, están todavía en condiciones  de hacerlo.

 

Como puede deducirse de esta apurada nota, aunque separadas al nacer,   guerra y política son gemelas, y vuelven a igualarse en la rutina de cualquier jornada destinada a seguir ’vendiendo Chile’. Ya sea a favor o en contra.

 

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