Automatización y (des)empleo
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Muy lentamente se empieza a tomar el peso de la catástrofe que implica, y seguirá implicando, la automatización para el empleo de millones de personas… y, por ende, para su supervivencia. Sí, insisto, son millones: “un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima que el 53% de los empleos en Chile se verán amenazados por la automatización en los próximos años”.[1] Ello significa que más “de un millón de empleos están con alto riesgo de automatización en Chile”.[2]
La tragedia por venir se entiende aún más profunda cuando se recuerda que por décadas en nuestro país se ha venido imponiendo, en las ideas y en la práctica, que cada cual es responsable por sí mismo. No se debe esperar apoyo y menos ayuda de la sociedad organizada en el Estado. Además, esa perspectiva (in)moral viene siendo validada por una cantidad no menor de chilenos que con orgullo señalan que “no les gusta que les regalen las cosas” o que desprecian una supuesta flojera de los pobres.
En este contexto recuerdo la triste y preocupante anécdota que me relatara un ingeniero que se desempeñaba como profesor de una prestigiosa universidad nacional.
Nuestro informante me refirió que se le acercó un alumno que quería hacer su tesis con él y cuyo proyecto se trataba de la automatización de un proceso industrial. Una vez conversados los aspectos netamente técnicos de la tesis, el profesor le consultó al joven acerca de qué pasará con las personas que trabajaban en el proceso que sería automatizado. Su duda se dirigía a que si la tesis contemplaba, por ejemplo, un plan de capacitación para quienes quedarían cesantes.
¡Afirmarse!… No diga que no le avisé.
El estudiante un poco sorprendido por la curiosa duda del profesor, le contesta que no hay problema: esa gente es subcontratada… por lo que no habrá mayores inconvenientes para despedirla. Luego, el personaje se quedó como esperando seguir la conversación de lo en realidad relevante: lo meramente técnico del asunto.
Ante tal respuesta, y en realidad, ante tal postura del estudiante, el profesor le indica que debe desarrollar en su tesis algún tipo de plan para esos trabajadores y que luego vuelvan a conversar. El alumno nunca volvió… Todo indica que lo suyo era, como señalé, una postura: ¿por qué un técnico competente tendría que preocuparse de algo que no tendría nada que ver a su labor técnica?
No digo, ¡ni de lejos!, que todos los estudiantes de carreras profesionales técnicas sean así. Me alegra de hecho conocer muchos ejemplos de ello. Sin embargo, me parece muy peligroso que alguien que a corto plazo pudiera llevar adelante o participar de proyectos de alto impacto, dirigir equipos y/o tener poder de decisión ante cuestiones relevantes, muestre tan poco criterio y ni el más mínimo grado de empatía. Es más, que como alumno terminal de una de las mejores universidades del país desee ser un simple y triste técnico en el más vil de los sentidos: un hacedor de cosas incapaz de ver más allá de su tarea inmediata. Peor todavía: ¡que no quiera ver más allá!
Una vez más se tiene un ejemplo de que la tecnología no es neutral. Pasan muchas cosas con ella o a partir de ella. Desde la pérdida de empleos, hasta el cambio de costumbres o ideas en la sociedad.
Dios nos pille confesados si éste es el tipo jóvenes que estamos (de)formando en la educación superior. Ya señalé que mi experiencia me dice que la muestra es más variada. Pero, igualmente me consta cómo se puede naturalizar esa actitud de mediocridad técnica entre estudiantes, profesores y profesionales.
Nunca ha dejado de tener sentido la relevante duda ética sobre de si todo lo que técnicamente se puede hacer, se debe en realidad hacer. Sigue en pie la conveniencia (y dudé si escribir “urgencia”) de entregar una formación amplia a quienes cursan carreras profesionales técnicas.[3] Por evidente que sea, nunca está de más recordar que los contextos socioculturales y los cuerpos de ideas se ven afectados por la técnica; y ésta igualmente por esos contextos y cuerpos de ideas.
No existe la técnica separada de lo ético, social, cultural, económico, político, medioambiental, religioso, estético, recreativo, etc. Esa supuesta posibilidad de aislar la realidad en campos separados que no se comunican, es una fantasía de las personas con mentes ingenuas, de corto alcance, ignorantes o que buscan salvar su desinterés por las consecuencias de sus actos.
Una vez más nos hallamos ante dilemas éticos surgidos de la técnica. No es la primera vez ni de seguro será la última. El mundo ya ha probado en carne propia los desvíos del sueño u optimismo tecnológico de la “civilización” occidental moderna. No es mi intención adherir aquí a las duras palabras de Ortega y Gasset respecto de una general barbarie del “especialismo”.[4] No obstante, claramente el peligro es cierto cuando la especialización técnica se convierte en atomismo, y se le suma un contexto de desprecio por los criterios y preguntas que pueden aportar las humanidades, artes y disciplinas socioculturales.
De esa manera, se puede caer en la ingenuidad descontextualizada o la carencia de empatía y de sentimientos de culpabilidad por el daño causado a otros que raya en la psicopatía. Se puede así terminar afirmando respectivamente, que el desempleo actual y futuro por motivos de automatización en realidad no es culpa de la técnica; o desde una mediocre ironía, que si se trata de evitar la cesantía de millones mejor seguir cavando con las manos para que siga habiendo empleo…
[1] “Estudio estima que el 53% de los empleos se verán amenazados por la automatización” (https://www.mega.cl/noticias/nacional/252439-estudio-de-la-ocde-automatizacion-amenaza-para-empresas.html, 28.02.19).
[2] “Más de un millón de empleos están con alto riesgo de automatización en Chile” (https://www.cnnchile.com/economia/empleos-alto-riesgo-automatizacion-chile_20190703/, 03.07.19).
[3] Por ejemplo, entre otras instituciones destacadas en la enseñanza de las ciencias y la tecnología, en el MIT casi un 25% del currículum de los estudiantes del ámbito científico-tecnológico corresponde a materias de humanidades, artes y disciplinas socioculturales (“At MIT, the humanities are just as important as STEM”, https://www.bostonglobe.com/opinion/2014/04/30/mit-humanities-are-just-important-stem/ZOArg1PgEFy2wm4ptue56I/story.html, 30.04.14).
[4] “La barbarie del ‘especialismo’ ”, en línea: http://users.df.uba.ar/solari/Docencia/Complejos/ortega.pdf.