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La ineficacia e inmoralidad de Aula Segura

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En estos días el debate público se ha centrado en la aplicación de la ley “Aula Segura”.

Aunque se han dado todo tipo de argumentos a favor y en contra para justificarla, se han dejado fuera algunas consideraciones de tipo filosófico-jurídico que resultan muy importantes al momento de determinar el porqué esta ley es inmoral e ineficiente. Una de estas consideraciones es que ella constituye un caso típico de lo que en el Derecho Penal se ha denominado “derecho del enemigo” o “relación amigo-enemigo”. El concepto “derecho del enemigo” (Jakobs) hace referencia a aquellas normas jurídicas que sanciona a los individuos, no por los actos que han realizado, sino por el solo hecho de manifestar opiniones contrarias a las características actuales de la sociedad, constituyendo un “peligro” para el Estado. Debido a ello, los supuestos culpables no son tratados con las mismas garantías a los demás ciudadanos, sino tal y como se trataría a un “enemigo” externo, es decir, reconociéndoles menos derechos.

 

¿Acaso no es esto lo que ocurre actualmente en los colegios con la aplicación de esta ley? Vemos como “Aula Segura” trata a los alumnos, que aparentemente son una amenaza parala escuela, como personas con menos derechos que sus pares, por ejemplo, reduciendo su derecho al debido proceso y a preparar su defensa ante una acusación, con el objetivo de facilitar un juicio investigativo “express”. Otro ejemplo de ello es la intervención en el derecho a la privacidad de los estudiantes, facultando a las escuelas, a revisar mochilas al momento de ingresar . Esto, sin mencionar los controles de identidad que realizan los carabineros a las afueras de los colegios, cuestión que viola abiertamente la ley que prohíbe estos procedimientos en menores de edad.

 

Desde la perspectiva kantiana, esta ley resulta inmoral no solo  por que trata a estos estudiantes como algo menos que ciudadanos comunes, sino que también porque los utiliza como medios para lograr más seguridad en las escuelas y no como los fines últimos de ellas. Replicar esta lógica desnaturaliza el derecho a la educación que el Estado debe garantizar por igual a todos los alumnos, independientemente de sus posiciones políticas.

 

Por otra parte, Esta ley resulta ineficiente, ya que vemos cómo aplicar este tipo de medidas no funciona y nunca funcionará por una simple razón: “donde hay poder, hay resistencia al poder”. En esta frase, su autor, Michel Foucault, nos quiere decir que mientras se imponga fuerza sobre la gente, esta se opondrá a ella, y, que mientras más fuerza se oponga, más resistencia habrá y, por ende, solo se producirá expansión de estas opiniones disidentes, dotando a estos grupos de protesta de mayor fuerza y mayor rencor contra el sistema.

 

Víctor Henríquez Ugarte, estudiante de Derecho de la Universidad de Chile.

 

 

 

Actualmente, vemos como una derecha acostumbrada a aplicar la fuerza primero y a dialogar después cree que logrará resolver el problema de las protestas de esta forma, pero no se da cuenta de que si se sigue aplicando este pensamiento solo estaríamos cayendo en un circulo vicioso en el que cada vez la fuerza de ambas partes aumentará. Un camino semejante puede llevarnos a la destrucción del Estado mismo, y, por ende, no puede constituir un deber de la autoridad pública, sino todo lo contrario. Tal como nos dice Francis Bacon, la forma de solucionar la resistencia y las protestas es escuchar y acoger las opiniones contrarias al sistema y buscar solucionarlas de buena fe, poniendo todo lo que sea necesario para destrabar el conflicto, y no como la ministra Cubillo lo ha hecho hasta ahora, desde un tono despectivo y altanero, reprimiendo sin escuchar las demandas, negándose a conversar, , citando a reuniones sin ofrecer ninguna propuesta a las solicitudes y reprimiendo permanentemente a todos los simpatizantes.

 

 Por todo los anterior podemos concluir que reprimir estas manifestaciones sin escucharlas genera más resistencia e inestabilidad. Si en verdad queremos resolver el problema de la seguridad y descontento debemos acoger estas opiniones disidentes e integrarlas a la Sociedad en lugar de atacarlas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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