50 días de huelga de profesores refleja el desprecio de la oligarquía por la educación pública
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El Presidente, Sebastián Piñera, piensa auténticamente que “la educación es un bien de consumo”, y ahora la definió como “una industria”. Su ministra de Educación, Marcela Cubillos, fiel admiradora del tirano Augusto Pinochet, desprecia a los profesores y se ha negado reiteradamente a dialogar con ellos.
La oligarquía siempre ha minusvalorado la educación sosteniendo que los pobres sólo deben aprender lo necesario para ingresar al mundo laboral, y el currículo que imponen es utilitario y pragmático, es el caso de la ubicación de la historia como un ramo optativo para el 3º y 4º Medio. Para la derecha, la tarea fundamental en el aula es imponer el orden a cualquier precio, incluso, haciendo vigilar las salas de clase por carabineros, y el estudiante ideal es aquel que no piensa críticamente y ojalá permanezca tranquilo y silencioso y siga las enseñanzas de de un profesor autoritario.
La formación militar de la actual ministra de Educación la llevó intentar imponer su proyecto favorito de “Aula Segura” y como considera a todos los que no piensan como ella como sus empleados, creyó que el Congreso apoyaría su proyecto de ley, pues contaba con el voto favorable de los yanaconas democratacristianos, pero los diputados, que tienen alguna dignidad, han resistido.
Como la tarea de Piñera y su ministra es destruir los avances de la reforma aprobada durante el gobierno de la Presidenta Bachelet que, aunque débiles e insuficientes, al menos logró el intento de terminar con la odiosa y discriminatoria selección, mediante la cual se separaba a los alumnos ricos y pobres, favoreciendo siempre a quienes poseían mayor capital pedagógico y cultural, y que corresponde en las sociedades altamente desiguales a los más ricos.
El sueño de la derecha sería la utilización del boucher, propio del neoliberalismo, pero como no se atreven abiertamente a su empleo, se cubren en la elección de los padres y apoderados imponiendo en los Liceos, llamados emblemáticos, pruebas de selección pretextando que favorecen la meritocracia, cuando en la práctica lo que impone en el gobierno de Piñera es la “parientocracia ”.
Piñera y sus ministros funcionan sobre la base de la encuesta CADEM, (financiada por la derecha), y aunque la fotografía sea borrosa, las últimas entregas han marcado una pérdida de popularidad de don Narciso, así como una rotunda baja de aceptación popular de su ministra de Educación, y por el contrario, el paro de los profesores es aplaudido por la opinión pública, (los profesores y los médicos son las únicas personas respetables para la ciudadanía).
La mayoría de los miembros del gobierno de los gerentes son ex alumnos de los colegios particulares pagados y, preferentemente, de la Universidad Católica, para quienes la educación pública sólo se salvaba por el Instituto Nacional, que el flamante alcalde de Santiago, Felipe Alessandri (UDI), pretende cerrar, y de las mujeres, el Liceo Javiera Carrera, como también el Carmela Carvajal. Los Liceos con “número” y letras sólo deben capacitar a la mano de obra.
Que la educación pública sea un verdadero desastre y su infraestructura se caracterice por salas de clase casi destruidas, los baños en pésimo estado, ni hablar de laboratorios…, podría provocar la compasión cristiana de la ex alumna del Colegio Los Andes y de la Universidad Católica, ministra Cubillos, pero hasta ahora ha hecho muy poco para solucionar tan escandalosa situación.
Las peticiones de los profesores son bastante moderadas, y como personas responsables y comprensivas, saben que el fisco no puede pagar en su integridad el abuso de Pinochet sobre la deuda histórica; en consecuencia, proponen al menos por parte del fisco una indemnización razonable. En el caso de los profesores de educación parvularia y diferencial sólo piden el reconocimiento de la mención que, según la ministra el fisco no tiene dinero para costearlas, cuando no hacen ningún problema en rebajar los impuestos a los empresarios y gastar millones en giras internaciones, incluidos los parientes.
Los profesores, en su pliego de peticiones, no presentan ninguna reivindicación de alza de salarios, así en la aprobación del Estatuto Docente esté consignado que aumentaron un 30% aún continúa siendo la profesión más mal pagada de Chile, que contrasta con lo que ganan los ex Presidentes y los parlamentarios en ejercicio.
El Presidente del Consejo Superior de Educación, Pedro Montt, (nombre de personaje histórico), fue subsecretario de Educación durante el primer gobierno de Bachelet, y se hizo famoso cuando gobiernistas y opositores se tomaron de las manos celebrando el pacto que permitió la aprobación de la funesta LEGE. Montt, a quien le gustan las frases rimbombantes, exclamó, entre lágrimas, antes los medios de comunicación que “asistimos a un momento histórico”.
La ministra se regocija culpando al Consejo Superior de Educación sobre el cambio curricular como si alguien creyera que este organismo es autónomo del ministerio respectivo. La derecha entiende la educación como domesticación y no pueden y no quieren comprender que la historia, la educación física y la apreciación artística son asignaturas fundamentales en la formación del ciudadano crítico y responsable.
La última marcha de los profesores, llevada a cabo en Valparaíso, desde Santos Ossa al Congreso Nacional, no sólo mostró el poder de convocatoria y decisión de los profesores, sumado al apoyo ciudadano, sino también el rechazo a la gestión de una ministra incompetente, que después de más de cuatro semanas de negativa al diálogo con el Colegio de Profesores, hoy se ve obligada a sentarse en la misma mesa con los que ella cree que son sus empleados, a quienes se les puede, prepotentemente, amenazar con no pagar las horas no trabajadas debido al paro, (se podría descontar a la ministra su inasistencia a la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados, que está obligada a asistir como empleada pública ).
A nadie le puede extrañar que el gobierno de los patrones mantenga una huelga de profesores por más de 50 días, a causa de su incapacidad y, sobre todo, por el desprecio a los docentes y a la falta diálogo.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
08/07/2019