Crónicas de un país anormal

Las elecciones internas uruguayas: Daniel Martínez, Luis Lacalle y Ernesto Talvi

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La democracia uruguaya es, de lejos, la de mejor calidad de América Latina: el buen funcionamiento de la democracia muchas veces es el equivalente al aburrimiento, a causa de la carencia de sorpresas y de conflictos profundos entre los partidos políticos, incluso, en el seno de los mismos.

 

 

En las elecciones internas el voto no es obligatorio, por consiguiente, como ocurre a menudo, en Uruguay sólo concurrió a las urnas una cifra decreciente de participación ciudadana. Como ocurre en casi todos los países del mundo,   la gente se siente lejana a los partidos y a la política, pues saben que en las  democracias bancarias los que deciden son los empresarios, millonarios y gerentes, y que la llamada “soberanía popular” es sólo una bella palabra, pero no relacionada  con  la realidad.

 

De los dos millones seiscientos mil inscritos en los registros electorales, sólo voto un millón, y el resultado fue: el Frente Amplio obtuvo el 15,5%; lo siguieron el Partido Nacional y el Colorado. Se presentaron 28 Partidos, lo cual no redunda en aumento de la participación así el arco de la elección hubiera sido muy grande (de todo para  todos los gustos, mucha oferta para poca demanda ).

 

El Frente Amplio, con 15 años consecutivos en el gobierno, está perdiendo apoyo ciudadano en favor de los partidos tradicionales – Blanco y Colorado – y a la usura del  poder se agregan los malos resultados económicos. En la mayoría de las encuestas se marca un empate técnico entre Daniel Martínez, el candidato del Frente Amplio, y Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, (Blanco), que atraería  los votos de los Colorados. Hasta hoy, el resultado de la segunda vuelta, en octubre próximo, dependería de quienes no responden, de los nulos y de los blancos.

 

En el caso uruguayo, con el voto obligatorio en las elecciones presidenciales uruguayas las encuestas tienen menor margen de error, sin embargo, si confrontamos con la historia de las últimas elecciones el Frente Amplio repuntaría en los últimos meses previos a la elección.

 

Las Internas del Frente Amplio fueron una demostración de unidad y disciplina, en consecuencia, no hubo sorpresa alguna: Daniel Martínez, ingeniero, (cuadrado y aburrido como el actual Presidente, Tabaré Vásquez), ganó con el 41,96% de los votos en las elecciones internas del Frente Amplio, apoyado por la fracción socialista; en el segundo lugar salió Carolina Cosse, con 25,50%; en el tercer lugar, Oscar Andrade, de la fracción  comunista, con el 23%; en cuarto lugar, Mario Bergara, 9,29%.

 

Las Internas más interesantes y disputadas fueron las del Partido Blanco (Nacional), de ideología  neoliberal, y que se autodefine humanista cristiano. Luis Lacalle Pou venció, con el 53,77%, y 240.000 votos; la sorpresa estuvo en el segundo lugar, en que el multimillonario Juan Sartori, (una especie de Piñera a la uruguaya), logró aventajar al antiguo político Jorge Larrañaga, con un 26% frente a un 17%.

 

En el Partido Colorado el empresario, Ernesto Talvi, sin experiencia política, logró vencer al candidato, dos veces Presidente de la República, Julio María Sanguinetti, por 54% contra 32%, respectivamente.

 

La novedad en la política uruguaya está en la irrupción del empresario Juan Sartori, que penetró en el Partido Nacional, una mezcla corregida y aumentada de los Presidentes Piñera y Bolsonaro: amoral, corrupto y que recurre a  la mentira y a las falsas noticias para comprar electores, a fin de conquistar la presidencia de Uruguay.

 

El candidato Sartori vivía en Europa y nunca había votado en elecciones en Uruguay; no se sabe el Himno Nacional y, además, en las entrevistas y foros es incapaz de dar ninguna cifra correspondiente a la realidad uruguaya, (en el programa En la Mira, por ejemplo, no pudo responder a las preguntas concretas de los periodistas), y se ha negado a participar en el programa Santo y Seña por temor a que se descubran sus estafas y enriquecimiento ilícito.

 

Al igual que Piñera, ofrece 100.000 empleos, es decir, la mitad de los 200.000 ofrecidos por el candidato chileno durante su campaña, considerando la dimensión del país y, como el mandatario chileno, Santori  cree que la presidencia se puede comprar si se transa en la Bolsa.

 

Afortunadamente, el Partido Blanco uruguayo tiene mucho más decencia e inteligencia que el  Partido Chile Vamos, y no se dejó emborrachar con el desvergonzado cohecho del empresario uruguayo, que en enero de este año sólo tenía un 2% de apoyo, y hoy llegó al 20,1%; con este resultado Sartori no fue elegido, ni siquiera para optar a la vicepresidencia, pues la directiva se anticipó a designar a Beatriz Arguiñon como candidata a ese cargo.

 

Los negociados de Sartori son bastante conocidos: fundó una empresa agrícola que resultó un estrepitoso fracaso, a tal grado que los inversionistas le rogaron que dejara el cargo; esta empresa intentó cotizar en la Bolsa de Montevideo con el fin de lograr beneficios de rebajas de impuestos, y en los pocos días en que se cotizaron sus acciones, bajaron de 12 dólares a 2 dólares; sus intentos de penetrar en las Bolsas de Ontario y de Wall Street también fracasaron;  además fue miembro de la Importadora de marihuana, que se vende en las farmacias, y se le acusa de haberse comprado  a funcionarios del gobierno uruguayo.

 

Los Presidentes y candidatos millonarios están convencidos de que los electores son idiotas y que todo hombre o institución  tiene su precio. Mientras la política este mezclada con el dinero, la democracia no es más que una ilusión, y la política, la mejor forma de enriquecerse a costa del dinero fiscal.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

02/07/2019                          

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