Un cambio de gabinete ¿Ineficiencia, mal desempeño, las encuestas?
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Finalmente, el cambio tan esperado de Gabinete se ha producido. ¿Algo esperado? No. De ninguna manera. Y, en verdad, poco importa que tales cambios hayan o no sido esperados. Porque los intereses de quienes están a cargo de la nación no siempre coinciden con los de aquellos que miran desde la galería lo que sucede en la escena política de la nación. Mucho menos con la opinión de los analistas que, poco habituados a indagar las verdaderas causas de lo que sucede en las pugnas de poder de los actores políticos, creen en la posibilidad de cambios a la manera que ocurre en una sociedad aséptica, en donde las contradicciones de intereses están ausentes. Por eso dan explicaciones en donde el pésimo desempeño, la ineficiencia en la gestión o la permanente comisión de dislates que ponen en peligro la estabilidad del propio gobierno, pasan a ser los verdaderos motivos del cambio. Y son pocos quienes advierten que esos malos desempeños, esa ineficiencia en la gestión, los propios dislates que no se perdonan a los inferiores sí se perdonan en la persona del único que jamás debería formularlos que es el propio presidente de la República.
Porque Santelices, Ampuero, Valente y Jiménez no han incurrido en más errores que cualquiera otra autoridad en el ejercicio de determinado cargo. Y hasta es posible que sus yerros hayan sido inferiores a aquellos en que incurre el propio presidente de la República. Sin embargo, quienes se van son ellos y no la autoridad superior. Es una situación, si bien no la misma, que se puede homologar a la que le sucede al trabajador exonerado de una empresa cuando a ésta le va mal en los negocios: el que hace los negocios jamás se mueve de su cargo pero sí es marginado de la empresa el trabajador que nada tiene que ver con los negocios de la misma. Podemos preguntarnos, entonces, si acaso se ha ido Santelices por su mal desempeño o no. ¿Ha sucedido lo mismo con Valente, con Ampuero y con Jiménez? ¿Han sido todos ellos ineficientes? ¿Han sido exonerados por su pésima gestión? O si, como lo expresa con simplicidad un consultor de empresas.
“La pregunta que surge es si esto se debió a las encuestas o a que los ministros salientes no estaban haciendo bien la pega. Si fue esto último, ¿por qué la demora en cambiarlos? Pero si fueron las encuestas, ¿no será mejor prescindir de las mismas para gobernar con una mirada de largo plazo?”[1]
No nos parece que sea esa la razón de sus respectivos relevos. Menos, aún, aceptar que una encuesta determine la política que ha de seguir un Gobierno, como parece entenderlo otro analista.
“[…] el “modesto” cambio de gabinete quedó impregnado por los paupérrimos niveles aprobatorios obtenidos por el Presidente Sebastián Piñera y el Gobierno de Chile Vamos —fenómeno que también se extiende al conjunto del sistema político— en la encuesta CEP. Y es esta situación la que permite pensar en una suerte de simetría entre el cambio de gabinete de este jueves y aquel que llevó a cabo Michelle Bachelet casi en un período idéntico durante el segundo año de mandato de la Nueva Mayoría (mayo del 2015)”[2].
Hacer analogías anacrónicas, dar sinrazones por razones, es parte del dominio ideológico que ejerce un sistema sobre sus integrantes para mantenerse con vida. La razón de los cambios no se encuentra en las causas que se acostumbran a señalar como tales. Buscar lo que realmente ha sucedido y por qué, a menudo, las alteraciones que suceden en la cúpula gubernamental no dejan satisfecha a una comunidad es una forma de contribuir a entender la realidad.
UNA CUESTIÓN PREVIA
La política no es, simplemente, una palabra. Es un concepto. Más exactamente, una categoría. Y puede definirse como el campo en donde se realiza la práctica política que no es sino un espacio social cuyos dominios se extienden dentro del propio Estado. En una porción de ese segmento social, que se denomina ‘escena política nacional’, se desplazan y operan determinados ‘actores políticos’. En ese espacio, la política funciona, pues, con la presencia y acción de esos ‘actores políticos’ que jamás actúan libremente o por voluntad propia, sino lo hacen en representación de determinados intereses enfrentados que, como es dable suponer, adoptan, a menudo, posiciones abiertamente antagónicas.
Tales actores políticos pueden ser personas individualmente consideradas como colectivos sociales que no siempre van a poseer el carácter de personas jurídicas —como lo es el caso de los ‘partidos políticos’— porque pueden mostrarse en la forma de simples movimientos cuya existencia y acción tolera el propio sistema. Por supuesto, y dentro de los ‘actores políticos’, adquieren en este campo extraordinaria relevancia las llamadas ‘personalidades’, es decir, sujetos que han adquirido notoriedad en el campo social ya sea porque ejercen determinados cargos en el ámbito nacional (jefes de Estado, ministros, altos funcionarios estatales), representan a una organización (jefes de partidos políticos, parlamentarios, jefes de organizaciones sociales o empresariales), expresan una forma de ser (deportistas, actores de teatro, literatos) o son capaces de traducir en sus acciones un determinado interés social (personajes de la vida social).
Los ‘actores políticos’, por consiguiente, representan intereses antagónicos, actúan en una ‘escena política’ nacional (e internacional) y se enfrentan entre sí en defensa de los intereses específicos que representan.
En el campo donde opera la política, necesariamente han de resolverse los antagonismos que enfrentan a los actores políticos para lo cual se recurre a pactos, alianzas e, incluso, a la formación de bloques. Insistimos en un aspecto que nos parece crucial: constituye una falacia sostener que existen partidos políticos que no expresan o no representan determinados intereses. De lo cual puede deducirse que los conflictos entre los partidos políticos reflejan claramente el interés social que han decidido representar. La política, como práctica, no refleja sino la sórdida lucha por la imposición de los intereses de quienes se encuentran válidamente representados en esa escena política nacional, en especial, de los partidos.
El análisis de lo que pudo conducir a un cambio de gabinete, por irrelevante que pueda parecer, debe llevarnos en primer lugar a determinar los intereses que subyacen tras la acción de los actores políticos dentro de una sociedad.
INTERESES QUE DEFIENDEN LOS PARTIDOS QUE LLEVARON AL TRIUNFO A SEBASTIÁN PIÑERA
En el caso de las elecciones de 2017 que dieron el triunfo a Sebastián Piñera, los partidos más importantes dentro de la coalición que le brindó su apoyo fueron la Unión Demócrata Independiente UDI y Renovación Nacional RN. Cada uno de éstos debería representar los intereses de determinado sector social. No obstante, en ambas colectividades se manifiestan los mismos intereses de grupos empresariales, a saber, el de la industria, la banca y el comercio; pero dichos intereses se manifiestan en una suerte coexistencia pacífica que permite la emergencia del predominio de uno de ellos por sobre el de los demás. Así, por ejemplo, en la Unión Demócrata Independiente, predomina el interés de las finanzas (banca) por sobre el de la industria y del comercio; lo contrario sucede en RN en donde, si bien el interés social que representa la banca y las finanzas también está presente, el predominio lo ejerce la industria. Estas contradicciones también se manifiestan a nivel regional e, incluso, planetario. Lo veremos más adelante. Pero no podemos dejar de señalar aquí que son estos elementos los que confieren determinado carácter a un gobierno; y permiten a la oposición, seleccionar los elementos que le van a brindar la oportunidad de torcer la mano a la imposición de la política de esa autoridad.
Recordemos que, en su primera administración, despreciando el apoyo que le brindaba la UDI como el partido más grande de Chile, Piñera prefirió desarrollar una política que representara más el interés de RN. Pero, como lo expresáramos en un documento del año pasado:
“El carácter de clase de un segundo período presidencial no tiene por qué ser, necesariamente, el mismo del período anterior; es más: ni siquiera puede dicho carácter de clase ser el mismo en cada una de las fases que el gobierno ha de recorrer dentro de un determinado período”[3].
El tiempo nos ha dado la razón. Piñera ha gobernado con la UDI hasta el presente cambio de gabinete. Es más: lo ha hecho, paradojalmente, cuando la UDI deja de ser el partido mayoritario de la coalición y dicha superioridad la asume RN luego de las elecciones de 2017. Y eso quiere decir que hasta ese momento, el interés social que se realizó a partir de la administración estatal no fue sino el de la banca y las finanzas en estrecha unión con el interés comercial. Lo señalamos en esa oportunidad:
“Piñera fue, antes de todo y contrariamente a lo que se podría suponer, candidato de la UDI, partido que defiende a ultranza la aplicación del modelo en su fase más regresiva, lo que implica privilegiar la conducción hegemónica del conjunto social por parte de la banca en estrecha alianza con el comercio y la subordinación de la industria a ese manejo”[4].
O, como lo señalara un comentarista que analizara aquel momento, si bien Chile necesitaba un ‘Manhattan’ y al no tenerlo creó un ‘Sanhattan’ como centro financiero, con Piñera
“[…] Sanhattan entró a La Moneda”[5].
EL CAMBIO DE GABINETE
El cambio de gabinete se venía anunciando desde hacía tiempo. Es más, muchas personas lo comentaban a propósito del viaje de Piñera a China admirándose que dicho cambio demorase tanto cuando se sabía que era inminente. Y era tanta la presión creada por dicha convicción que el propio ministro Andrés Chadwick debió salir al paso de los rumores el día 11 de junio expresando:
“[…] como me han escuchado reiteradamente, los cambios de gabinete los determina el Presidente y él fija la forma y fecha de cuando toma la determinación. Mientras tanto no hay ninguna determinación, ni ninguna acción que indique que vaya a haber un cambio de gabinete”[6].
Y, para no dejar dudas acerca de la autoridad presidencial, agregó en dicha oportunidad:
“Tranquilidad para todos, y a ustedes también. Me río porque el otro día en La Moneda hubo quehacer, en uno de los salones, una arreglo y cambio de silla y casi llegaron hasta los móviles, pensando que se estaba arreglando para hacer un cambio de gabinete. Tranquilidad a todos, porque de verdad, cuando el Presidente tome una decisión, ustedes lo van a saber y la opinión pública, obviamente se va a enterar. Dejemos que el Presidente decida él y no le impongamos plazo, formas ni condiciones, ni opiniones por parte de una atribución que es exclusiva del Presidente […]”[7]
En política, no obstante, hay que ser cuidadoso. Porque muchas palabras pueden quedar atrapadas en la garganta. Una cosa es afirmar algo; otra cosa es que así suceda. Y uno de los grandes mitos de la democracia es atribuir al presidente la capacidad de hacer lo que le plazca, ejercer todas las facultades imaginables y actuar en la más completa autonomía, algo que, en verdad, no sucede.
En esos días se propagaban, además, otros rumores. Uno era que el cambio podría producir un menoscabo en la representación ministerial de la UDI. Lo cual era cierto. La UDI, como representante de los intereses de la banca y las finanzas seguía insistiendo en privilegiar las políticas en beneficio del desarrollo de los servicios y de las operaciones financieras, algo que jamás ha desagradado al propio presidente que, en su actividad empresarial, nunca ha dejado de ser un especulador. Lo dijimos en ese documento de principios de 2018:
“Que la hegemonía dentro del Bloque en el Poder la conserve el sector bancario en estrecha alianza con el sector comercial no es casual. Piñera no dedica sus esfuerzos a levantar industrias productivas sino privilegia el mundo financiero. Representa, en consecuencia, el triunfo del especulador por sobre el productor, la victoria del agiotista por sobre el industrial, la certeza de que es posible hacerse rico sin trabajar; en suma, la sublimación del parasitismo, la imposición de una moral basada en vivir a expensas de los demás. Piñera es la figura del ocioso que se hace rico sin esfuerzo alguno, la expresión más genuina del financista que orienta los flujos de capital hacia su propio beneficio”[8]
Así, pues, se suponía que la UDI podría perder influencia dentro del gobierno, y el silencio del presidente sobre el particular aumentaba las suspicacias. En consecuencia, hacía crecer las molestias dentro de esa organización política que, a su vez, responsabilizaba de ello a su presidenta Jacqueline Van Rysselberghe por lo que, en una entrevista que le hiciera el 12 del presente el diario ‘El Mercurio’ debió ésta expresar, visiblemente contrariada:
«[…] ha habido tanta especulación, que el gobierno debiera o concretarlo o desecharlo públicamente, y eso debiera ser entre hoy (ayer) o mañana (hoy) máximo, porque esta especulación paraliza»[9].
Se creía, igualmente, que Marcela Cubillos saldría de Educación porque había estado en el ojo del huracán y podía enfrentar hasta una acusación constitucional por parlamentarios del PS que la criticaban por no aplicar las leyes aprobadas por el gobierno de Bachelet en materia educacional. Pero Cubillos no iría a abandonar su cargo sino esa suerte estaba reservada para otros.
Así, pues, Piñera estaba obligado a resolver aquel problema que gravitaba fuertemente en la inactividad que colocaba a su administración.
INTERESES QUE REPRESENTABAN LOS MINISTROS SALIENTES; INTERESES QUE REPRESENTAN LOS MINISTROS ENTRANTES
Si nos fijamos atentamente en la filiación política de los ministros salientes podemos ver que si bien la generalidad de ellos no militaba en la UDI (en el caso de Alfredo Moreno, aunque era independiente, la UDI creía tener controlado el Ministerio de Desarrollo Social tanta era su cercanía con el ministro), las políticas que aplicaban estaban en consonancia con los intereses políticos representados por esa corriente de opinión. El cambio no pudo ser más desastroso para dicha organización política: Teodoro Ribera es de RN y se queda en la Cancillería; Jaime Mañalich simpatiza con RN aunque se le conoce más que nada como piñerista y toma a su cargo Salud; Sebastián Sichel, una mezcla extraña de demócrata cristiano con Ciudadanos y Renovación Nacional, toma para sí Desarrollo Social; Juan Andrés Fontaine simpatiza con Amplitud y asume en Economía, Juan Carlos Jobet era RN aunque hoy se le ve como cercano a EVOPOLI y pasa a desempeñarse en Energía. Por eso podemos entender que, cuando Piñera realizó el cambio de gabinete, la presidenta de la UDI no pudiese menos que expresar:
«Esto abre una incertidumbre respecto de cuál debiera ser nuestro comportamiento. Nuestro comportamiento hasta ahora ha sido de lealtad al gobierno, de convicción con las tareas de gobierno, pero eso significa ser castigado. Los incentivos creo que el Presidente los pone en el lado equivocado»[10]
Profundicemos un poco al respecto: antes del cambio, en la cartera de Economía se desempeñaba José Ramón Valente, declarado defensor del mercado. Entre muchas de sus gracias, dejó fuera una serie de ítems en la glosa de la Ley de Pago a Proveedores que más tarde debió enmendar, exculpó a los bancos del robo de tarjetas electrónicas provocando la ira del senador Ossandón, tuvo conflictos con el subsecretario de la cartera Ignacio Guerrero, llevó a su hijo en una gira de la OCDE y, contrariamente a lo que afirmó más tarde el Banco Central, sostuvo que creceríamos entre un 3,5 y un 4% durante 2019. Nada de aquello justificaba, sin embargo, su relevo pues hasta el cambio de ministros era la política de economía social de mercado, aplicada en su forma más pura, la política que se aplicaba en el gobierno de Piñera. Valente lo expresaba con estas palabras:
“Si el panorama de nuestra economía fuera de verdad sombrío ¿cómo nos podemos explicar el aumento de inversión, el boom de emprendimiento y el acelerado crecimiento del comercio electrónico […]?”[11]
A diferencia de Valente, la figura de Juan Andrés Fontaine representa lo que aquel no pudo ser. Curiosamente, y a contrario de lo que se podría suponer, ha sembrado expectativas. Así se ha encargado de dejarlo establecido el vocero de la asociación de pescadores artesanales afiliados a la CONDEP, Hernán Machuca:
“[…] hoy es un momento clave para pesca y la sustentabilidad, creemos que el nombramiento de Fontaine es una señal clara que no se aceptarán presiones de las 7 familias, por esto celebramos que vuelva a Economía el ministro que confrontó a la industria pesquera por la ley de Pesca, lo que no olvidamos le costó su puesto en aquella época […]»[12]
Y la Asociación de Industrias Metalmecánicas ASIMET, a través de su vocero Dante Arrigoni, en una posición más o menos similar, señalaba que
«[…] junto con felicitarlo, como ASIMET creemos que la gran tarea que tiene el ministro Fontaine es llevar adelante políticas públicas con un fuerte impacto en la inversión, modernización y productividad de las empresas, y asumir los desafíos de la Cuarta Revolución Industrial para que no nos quedemos atrás respecto de los países de la OCDE con los cuales competimos. Él tiene la oportunidad histórica de convertirse en el ministro de la reindustrialización de Chile […]»[13]
Juan Carlos Jobet reemplaza en Energía a Susana Jiménez quien había sido criticada por entorpecer, en lugar de facilitar, la llegada de capitales destinados a privilegiar el desarrollo de las energías alternativas. En realidad, todo sucedió el 22 de abril pasado cuando el secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Energía CNE, José Venegas, en un seminario al que convocara a diversas instituciones representantes del sector ese ministerio, anunció que el gobierno estudiaba un cambio en el Decreto Supremo 244 que regula las reglas de pago de los Pequeños Medios de Generación Distribuida (PMGDs). Bastó aquello para que los bancos, que financian los proyectos de inversión, encendieran las alarmas provocando la paralización de inversiones entre 300 y 600 millones de dólares[14].
Puede decirse que, en general, la generalidad de los ministros salientes mostraba escaso o casi nulo interés en propiciar políticas que permitiesen al país desarrollar empresas productoras de plusvalor o, en palabras más conocidas, ‘valor agregado’ y privilegiaban, más bien, aquellas actividades que alentaban la producción agropecuaria y extractiva por ser de aquellas que generan rápidas ganancias y escasa inversión.
No puede decirse lo mismo de quienes llegan a reemplazarlos; lo cual no quiere significar, en modo alguno, que su objetivo es solucionar el problema de la industria nacional. No. De ninguna manera. Simplemente darán un enfoque menos centrado en la actividad financiera, pero en ningún caso introducirán talas o modificaciones al modelo impulsado por la coalición. Por lo mismo, poco o nada importa que todos ellos tengan conflicto de intereses, algunos de los cuales puedan revestir, incluso, carácter de escándalo. La verdad es que eso poco o nada preocupa en un país en donde las máximas autoridades, incluyendo a los partidos políticos, a las Fuerzas Armadas, a los tribunales y al Parlamento, no están exentas de corrupción[15].
CONTRADICCIÓN DE INTERESES A NIVEL PLANETARIO
¿Por qué, entonces, se producen estos cambios? ¿Por qué Piñera desplaza a un sector de la UDI de su gobierno y lo reemplaza por ‘piñeristas’ más proclives a la política de RN?
Intentar responder a estas preguntas nos induce a explorar en ámbitos internacionales donde la confrontación de intereses a nivel planetario determina lo que puede suceder a nivel regional o local. Es la aplicación de la teoría general de los sistemas donde el todo hace a la parte y no lo contrario.
Chile es una nación enteramente dependiente hoy del comercio que realiza con China. Se dice que China es su mayor aliado comercial. Sin embargo, en el plano de las inversiones, Chile es por entero dependiente de Estados Unidos. Lo que nos conduce a analizar lo que sucede entre ese país y China, en lo que la prensa, como órgano formador de ideología, ha dado en denominar ‘guerra comercial’.
Es un hecho cierto que tanto USA como China se encuentran enfrentados en defensa de sus intereses[16]. Pero, en realidad, esta ‘guerra comercial’ no es más que la expresión de una disputa por la hegemonía librada entre los sectores dominantes de la sociedad planetaria. Y eso guarda estrecha relación con el interés que guía a los industriales, a los financistas y a los comerciantes; y a éstos con el interés de los Estados que conforman la comunidad internacional.
Hasta hace un tiempo atrás, la idea predominante del llamado ‘Consenso de Washington’ era transformar a Occidente en el centro financiero internacional aprovechando la circunstancia que el dólar seguía siendo la moneda internacional por excelencia. Para Walden Bello, hace ya treinta años que esta idea era dominante:
“En los últimos 30 años, el capital financiero se ha convertido en dominante en las principales economías capitalistas, superando a la élite industrial en poder e influencia. Esta evolución ha llevado a que el sector productivo se vea cada vez más sometido a la dinámica volátil del sector financiero”[17].
Pero aquello requería encontrar un centro específico que hiciese el trabajo de toda la población planetaria, a la manera que los continentes atrasados (Africa, parte de Asia y América Latina) proveen de materias primas. Se trataba que aquel centro tomase para sí, en cumplimiento de ese cometido, las riquezas básicas de los continentes africano, asiático y latinoamericano y dar así satisfacción a las necesidades planetarias. De esa manera, Estados Unidos y Europa podrían dedicarse a administrar la riqueza mundial dejando a aquel centro productivo hacer el trabajo fabril. Y el centro fue descubierto: China, el mayor mercado mundial y una mano de obra impresionantemente barata. Las empresas, como guiadas por un polo magnético, orientaron sus actividades hacia ese centro.
Olvidaron, sin embargo, esos sectores algo elemental: el comercio del dinero no genera plusvalor o, como se dice en Economía, ‘no crea valor agregado’; mucho menos lo hace el comercio de los servicios. Las actividades tanto financieras como de servicios constituyen apenas simples transferencias de valor, desplazamientos de masa monetaria de una localidad a otra. La multiplicación del dinero que nace de la fabricación de nuevos y sucesivos instrumentos de valor es solamente especulación, generadores de burbujas económicas y, por tanto, mentira. Los países que se dedican al solo manejo monetario no crecen sino, por el contrario, no solamente se empobrecen sino pasan a depender del espectacular desarrollo de las fuerzas productivas, o adelantos técnicos, que comienzan a generarse alrededor de la industria. Los grandes liderazgos planetarios, si optan por el manejo del mundo financiero, corren el riesgo de perder su carácter de tales. Y eso lo entendió Trump que fue elegido, precisamente, para acabar con la participación de USA en la aplicación del modelo de economía social de mercado. Algo que la Unión Europea no ha podido hacer por estar ligados sus países miembros a una constitución que la consagra como eje central de la misma.
Podemos entender, de esta manera, por qué en los foros de Davos la posición de Europa ha sido junto a China y contraria a USA, así como ha sucedido con India y Rusia. A China le interesa que exista una Europa preocupada solamente del comercio del dinero y de los servicios, en tanto se transforma en la proveedora de todos los bienes materiales que Europa necesita; y ésta no puede sino desempeñar ese rol, obligada por una constitución rígida que la conduce. Estados Unidos, por el contrario, bajo la administración Trump, quiere volver a ser el mayor proveedor tecnológico del mundo especialmente en materia armamentista, concepto que se expresa bajo la frase con la que ese gobernante enfrentó las elecciones que lo llevaron al mando de esa nación:
“Make America great again”.
Walden Bello sostiene que las causas de lo que llama ‘financierización’ se encuentran en eso que podríamos llamar ‘leit motiv’ de las crisis económicas: la sobre producción o, lo que Paul Sweezy denominaba ‘subconsumo’.
“La financierización se deriva esencialmente de la crisis de la producción que comenzó a finales de los años setenta. Esto tomó la forma de una crisis de sobreproducción que superó a la economía capitalista global después de los llamados Treinta años gloriosos de expansión después de la Segunda Guerra Mundial.
La sobreproducción tenía sus raíces en la rápida y exitosa reconstrucción económica de Alemania y Japón y en el rápido crecimiento de economías en vías de industrialización como Brasil, Corea del Sur y Taiwán. Esto añadió una enorme capacidad productiva y una mayor competencia mundial, mientras que la desigualdad en los ingresos dentro de los países y entre ellos limitó el crecimiento del poder adquisitivo y de la demanda efectiva”[18].
Por supuesto que una crisis de esa naturaleza derivaría a crisis de rentabilidad; pero lo más grave fue la solución que implicaba
“[…] la creación masiva de endeudamiento en la población para sustituir los ingresos estancados con el fin de crear demanda de bienes y servicios […], […] las llamadas innovaciones en ingeniería financiera que facilitaría la liquidez […] y […] la hipoteca de alto riesgo original se combinara con hipotecas de mejor calidad y se vendiera como valores más complejos […]”[19]
Hoy puede resumirse todo ello como una lucha que libran los sectores bancarios contra los sectores industriales a nivel planetario y que afecta la solidez de los estados enfrentados en esa disputa. Porque a nivel planetario va a ser difícil que determinados sectores geográficos de la humanidad intenten repartirse las funciones para que unos se dediquen a la actividad industrial, otros al comercio y un tercer rubro a las finanzas y a los servicios. La humanidad está gobernada por las leyes del caos.
En Chile, el problema se ha entendido como una guerra comercial y la disputa se da en torno a cómo satisfacer las necesidades de vender productos a China sin dañar las relaciones con Estados Unidos que se presenta como el primer inversor.
CONCLUSIÓN
En nuestra opinión, el cambio de gabinete realizado en el mes en curso no es una cuestión menor, aunque tampoco lo es mayor. Chile es un país tremendamente vulnerable oscilaciones internacionales. Incapaz de desarrollar sus propias fuerzas depende de las inversiones que haga su principal socio en esta región que es USA en tanto su producción, esencialmente extractiva, se dirige, fundamentalmente, a China que, por lo mismo, ha pasado a ser su principal socio importador. USA y China, países que hoy se ven enfrentados en lo que la prensa ha dado en denominar ‘guerra comercial’.
A un buen inversionista le interesan las relaciones internacionales que pueda tener el país donde invierte sus dineros. Y el estado de las relaciones con sus compradores, especialmente cuando aquellos manifiestan intereses contrapuestos con los suyos. Por eso, sería tremendamente ingenuo suponer que Estados Unidos no sabía de la visita que Piñera pensaba hacer a China y los contactos que proyectaba tener con la industria Huawei con quien el gigante del norte enfrentaba un serio conflicto. No fue por otra cosa que el presidente Donald Trump envió a Chile al secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo con la misión de advertir a Piñera lo inconveniente que era profundizar esas relaciones y entablar contactos directos con la empresa Huawei. Por lo mismo, en la entrevista que ambos tuvieron en el curso del mes de abril pasado, Pompeo tuvo la oportunidad de poner sobre aviso a Piñera acerca de aquellos tópicos, señalándole al respecto:
«[…] el problema es que cuando China hace negocios en lugares como América Latina, a menudo inyecta capital corrosivo en el torrente sanguíneo económico, dando vida a la corrupción y erosionando el buen gobierno»[20].
Piñera entendió el mensaje. Por lo mismo, salió Andrés Chadwick a dar ciertas explicaciones en una entrevista que le hiciera el programa «Mesa Central» de Canal 13, indicando que
«[…] en principio está la agenda puesta como visita de Estado, pero lo que el Presidente sí va a hacer es una reunión con un grupo de empresarios chinos, donde seguramente estarán los representantes de Huawei, más que una visita en términos particulares a la empresa»[21].
A partir de ese momento, hubo consenso en orden a determinar que las RREE debían cambiar. La caída de Ampuero se hizo inevitable y el gobierno debió cambiar su agenda y discurso. El problema de Venezuela quedaba a la espalda y era necesario justificar la existencia de un Estado autoritario como el de China aceptando su gobierno sin preocuparse de su política interna. Los negocios son los negocios y poco o nada le importa a Piñera lo que antes manifestaba en relación a China, país al que denunciaba como violador de los derechos humanos. Su polémica frase, formulada durante el viaje realizado al país asiático así lo había poner de manifiesto.
«Cada uno tiene el sistema político que quiera darse, lo que importa en este caso es que entre China y Chile estamos buscando con pragmatismo caminos, colaboración, que beneficie a ambos pueblos»[22]
Y ese equilibrio, esa danza en la cuerda floja que iría a impregnar la política internacional de la administración Piñera en relación a las grandes potencias, Chadwick la expresaría claramente en esa entrevista a la que hemos aludido:
«[…] un delicado equilibrio, que nos permita tener muy buenas relaciones con EE.UU. y las tenemos, muy buenas relaciones con China y las tenemos, participar de las iniciativas americanas como lo que se está impulsando con el Indo-Pacífico, como opción o camino de comercio y ahí estamos, mantenernos y participar en la ruta de la seda y ahí estamos, teniendo interlocución con el Presidente de EE.UU. y con el Presidente de China […]»[23]
«Es una tradición, que está fundada en sus objetivos y principios fundamentales, y lo que queremos como país, y en eso el Presidente Piñera está muy convencido, es no ser parte, no quedar entrampado en este conflicto, en esta suerte de confrontación comercial entre EE.UU. y China»[24],
La contradicción se ha dado, precisamente, cuando los sectores dominantes de la industria extractiva del país han querido consolidar los lazos con la nación asiática y la presidencia prepara el viaje para realizar esos propósitos que benefician, incluso, a la familia del propio presidente[25].
Así, pues, podemos concluir que el cambio de gabinete ha tenido como objetivo central establecer condiciones favorables para que el gobierno enfrente de mejor manera sus acciones dentro del concierto internacional, a la vez que sucede como natural consecuencia de la necesidad que tiene la nación chilena de adaptarse a las condiciones que se presentan a nivel planetario y que permiten a sus sectores dominantes seguir vaciando el país de sus recursos naturales en la forma que se ha venido haciendo desde la instalación de la dictadura pinochetista.
No significa, en modo alguno, que el modelo vigente o forma de acumular se vaya a abrogar; o que mejorarán las condiciones de explotación en que viven los trabajadores. Tampoco que Chile se va a industrializar, al menos dentro de esta administración. Ni, mucho menos, que entrará a la disputa por producir mayores adelantos tecnológicos a la manera que lo hacen los países desarrollados. Lo repetimos: es, simplemente, la forma que le ha parecido más conveniente a la administración del país para neutralizar posibles malos entendidos con las potencias internacionales que se disputan la supremacía mundial. Es la lección que nos deja este simple cambio de gabinete.
Santiago, junio de 2019
[1] Jankelevich, Jaime: ”¿Hacían mal la pega o fueron las encuestas?”, ‘El Líbero’, 16 de junio de 2019.
[2] Cabrera, Andrés: “Sebastián Piñera y la presión de un escenario adverso”, ‘El Mostrador’, 14 de junio de 2019.
[3] Acuña Asenjo, Manuel: “Carácter de clase del segundo período presidencial de Sebastián Piñera Echenique”, documento de febrero de 2018, publicado en varios medios digitales.
[4] Acuña Asenjo, Manuel: Id. (3).
[5] Elgueta, Enrique: “Sanhattan desembarca en La Moneda”, ‘El Mostrador’, 20 de enero de 2018.
[6] Redacción: “Chadwick a nte insistentes versiones de un cambio de gabinete:’Tranquilidad, dejemos que el Presidente decida’”, ‘El Mostrador’, 12 de junio de 2019
[7] Redacción: Id. (6).
[8] Acuña Asenjo, Manuel: Art. citado en (3).
[9] Redacción: “Presidenta de la UDI llama al Gobierno a ‘concretar o desechar públicamente’ un cambio de gaboinete”, ‘El Mostrador’, 13 de junio de 2019.
[10] Redacción: “La UDI exige una explicación: malestar en el gremialismo por nombramiento de ministros ligados a RN”, ‘El Mostrador’, 13 de junio de 2019.
[11] Saavedra, Natalia: “Los errores de Valente que trajeron de vuelta a Fontaine a Economía”, ‘El Mostrador’, 13 de junio de 2019.
[12] Saavedra, Natalia: “Los errores de Valente que trajeron de vuelta a Fontaine en Economía”, ‘El Mostrador’, 13 de junio de 2019.
[13] Saavedra, Natalia: Id. (11)
[14] Saavedra, Natalia: “Pelea al rojo con la ministra Jiménez empresas solares acusan que se han trabado cientos de millones de dólares en inversión”, ‘El Mostrador’, 12 de junio de 2019.
[15] Para quien quiera profundizar, al respecto, recomendamos el art. de Felipe Saleh “Los conflictos de interés con que asumen cuatro ministros del nuevo gabinete de Piñera”, ‘El Mostrador’, 13 de junio de 2019.
[16] No somos partidarios de hablar de ‘USA’ i ‘China’ como entidades aparentemente homogéneas porque sabemos que al interior de cada una de ellas se generan fuertes conflictos de intereses entre los diversos estratos de sus sectores dominantes. Lo hacemos, en esta oportunidad, para facilitar la comprensión del tema.
[17] Bello, Walden: “El capitalismo financiero prepara la recesión 2.0”, ‘Rebelión’, 20 de junio de 2019.
[18] Bello, Walden: Id. (17).
[19] Bello, Walden: Id. (17).
[20] Redacción: “Pompeo le mete miedo a Piñera y advierte que China podría inyectar ‘capital corrosivo’ a la economía”, ‘El Mostrador’, 13 de abril de 2019.
[21] Redacción: “Frente a guerra de declaraciones entre China y EE.UU. ministro Chadwick fija postura: «No debemos prestarnos a ser parte de un conflicto del que no somos parte», ‘El Mostrador’, 14 de abril de 2019.
[22] Redacción: “La polémica frase de Piñera en defensa del régimen chino: ‘Cada uno tiene el sistema político que quiera darse’”, ’El Mostrador’, 12 de abril de 2019.
[23] Redaccion: Id. (20)
[24] Redacción: Id. (20).
[25] Los viajes de un gobernante en función en donde se invita a los hijos no son simples viajes de placer que realiza un buen padre de familia con los suyos.
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