Crónicas de un país anormal

Y corría el billete: El reinado del dinero no es compatible con la democracia

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Cada vez pienso que es incompatible el funcionamiento de la democracia y de las instituciones con el neoliberalismo, que coloca como único valor social la rentabilidad del dinero. Cuando el ex Presidente Ricardo Lagos hablaba de que en “Chile las instituciones funcionan”, posiblemente diagnosticaba la realidad de algún país escandinavo, pero no de nuestro país.

 

Una simple mirada a nuestra realidad basta para desmentir las expresiones del ex Presidente: las instituciones no funcionan y la percepción negativa por parte de la ciudadanía es más que elocuente, pues sólo el 0,5% cree en los partidos políticos, y la misma cifra es válida respecto a sacerdotes y obispos; también la valoración de los militares y de carabineros está por los suelos, (milicogate y pacogate…); los poderes Ejecutivo, (30%), el parlamento (10%), y la justicia así mismo muy desestimada por la ciudadanía, dominada especialmente por el escándalo de los jueces de los Tribunales de Apelaciones de Rancagua. A juzgar por estos datos que arrojan las encuestas, las instituciones están corrompidas y, como  se puede colegir, no pueden funcionar con probidad.

 

Es obvio que no todos los parlamentarios, los dirigentes políticos, los obispos y curas, los jueces, los ministros y los militares y carabineros son corruptos, pues en cada una de estas instituciones hay personas de gran valor, sin embargo, para apreciar el grado de corrupción en esas reparticiones es preciso mirar el clima que reina en cada una de ellas y podemos constatar que es muy proclive a la corrupción.

 

La comparación con otros países de América Latina, (Perú, Argentina, Colombia, México, Brasil, y otros,) no puede ser ningún consuelo. Pues se suman a los Estados inviables, podridos por la corrupción. Como la droga, el robo de las platas del fisco es un vicio adictivo, (bien lo decía el cabo Juan Carlos Cruz al referirse al juego del dinero fiscal despilfarrado en el Casino de Monticello: “se pierde el sentido del dinero”).

 

Cuando no existe ningún control y millones de dólares están frente a un oficial de ejército, por ejemplo, producto de las ventas del cobre en que percibe el 10%, es más que evidente que los miembros de la Unidad encargada de administrarlo se apropie, sin escrúpulo alguno, de parte importante de este dinero, que estaba destinado a la compra de armamento.

 

Los sucesivos gobiernos de la llamada “Transición a la democracia”, ante el miedo de una regresión militar tomaron el camino fácil, suspendiendo el control civil sobre la compra de armamento y sobre el destino de los dineros provenientes del cobre.

 

Luego de un año de investigaciones la Fiscalía formalizó al ex comandante en jefe del ejército Juan Manuel Fuente-Alba, por el presunto delito de lavado de activos. Es cierto que debe respetarse, en todos los casos, la presunción de inocencia, sin embargo es   evidente que el simple examen del patrimonio del general Fuente-Alba excede con creces su salario como general en jefe del ejército, (se ha calculado el capital inmobiliario y de autos nuevos y de lujo en más de mil cien millones de pesos, y el total que está en juego es de tres mil millones).

 

En el caso de la iglesia católica, los curas y obispos pederastas y de otros encubridores, pueden abusar de niños y niñas, entregados por sus padres a colegios religiosos para su formación;  por otra parte, los obispos se sienten más ciudadanos del Vaticano que del Estado chileno, por consiguiente, están por sobre la justicia.

 

Los parlamentarios, más de la mitad elegidos desde la recuperación de la democracia, tienen más dinero y lujos que tal vez un ganador del Loto en todos los sorteos de ese largo período. Como autoridades delegadas por la soberanía popular no tienen que rendir cuentas durante todo su mandato, y sólo, aparentemente, debieran hacerlo después de terminado el cargo, además, el permisivo sistema clientelista les da garantías de reelección casi segura. 

 

En cuanto a los partidos políticos tenían carta blanca para abultar sus padrones a su acomodo y, de esta manera, lograr la reproducción de las oligarquías en forma  permanente. En la actualidad, los partidos políticos son más tribus feudales, ejércitos mercenarios, que asociaciones libres de ciudadanos. Gracias al escándalo de la narcopolítica en el Partido Socialista, a lo mejor, ahora el SERVEL va a tomar cartas en el asunto y, de una vez por todas, se encargue de controlar el funcionamiento de los partidos.

 

Mientras quienes encabezan las instituciones no demuestren un mínimo sentido de consagración al servicio público – y no se sirvan del público –  la democracia será siempre un ideal, pero en la práctica terminará abalando a mandatarios y autoridades que se enriquecen a costa de los dineros de todos los ciudadanos.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

24/06/2019                

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