Crónicas de un país anormal

Tolerancia cero para la narcopolítica

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En 1911   Robert Michels planteaba la teoría de la “ley del hierro” de las oligarquías de los partidos políticos: hoy es irrefutable, pues se ha probado a través de la historia,  que los partidos son reproductores de oligarquías.

 

El clientelismo fue un freno para las organizaciones políticas en la democracia: se trata del intercambio de favores para lograr el poder, y el candidato usa a los electores a su antojo ofreciendo, incluso, cargos políticos y administrativos en razón de un apoyo a su postulación.

 

En la democracia bancaria quienes deciden en política son aquellas personas que   poseen el dinero: partidos y candidatos son comprados por grandes empresas y bancos y, de esta manera, el político debe servir en los distintos poderes del Estado a la empresa o entidad bancaria, comprometidas en este ilícito.

 

En el Chile de hoy todos los partidos políticos han sido infiltrados por las grandes empresas, que necesitan el apoyo del Ejecutivo y del Parlamento para lograr altas rentabilidades. En la mayoría de los casos las empresas que sobornan no han sido, ni siquiera, formalizadas, y los financistas de la política sólo se les condena a unas  clases de ética.

 

Los delitos, como el cohecho, tienen muy  bajas penalidades lo que es comprensible, pues desde siempre las curules de los legisladores – que hacen las leyes para “joderlo a uno” –   han sido compradas gracias al cohecho. A comienzos del siglo XX, Manuel Rivas Vicuña, en su obra Historia política y Parlamentaria, remarcaba como una curiosidad que una elección se había desarrollado correctamente; más adelante decía que los electores se enfurecían cuando había acuerdo entre los candidatos y, por consiguiente, no había cohecho. 

 

Hoy por hoy, para ser elegido no es necesario comprar electores, tampoco ofrecerles trabajo remunerado – mala noticia para los ciudadanos de a pie – ahora hay que comprar directamente al candidato y, como es lógico, sólo pueden hacerlo las grandes empresas y los bancos.

 

Las leyes, por muy draconianas que sean, no solucionan el problema de la corrupción: era más que evidente que los padrones de los partidos políticos estaban inflados, y la mayoría de los que aparecían en las listas no eran precisamente militantes, sino “presta-nombres”, o “militantes fichas”, que permitían que los partidos superaran los 100.000 inscritos en el SERVEL, cuando al ser indagados en las encuestas, muchos de ellos dicen no haber trabajado nunca como militantes de los partidos políticos.

 

En las elecciones internas de los partidos históricos apenas votaba un tercio del padrón, y en todos los partidos cundían las reclamaciones por fraude y acarreo, pero  las directivas oligárquicas siempre tenían clientes que les aseguraban el éxito.

 

En general, los socialistas se caracterizan por ser irascibles, (según un autor, parecen llevar un zapato que les queda estrecho), y sólo la elección realizada en el mes de mayo último, sino en casi todas las anteriores han cundido las acusaciones mutuas más insolentes e injuriosas.

 

El Partido Socialista, a partir de su fundación, ha tenido una historia bastante accidentada, incuso al comienzo de la democracia estuvo dividido en múltiples fracciones, la mayoría con nombres de los dirigentes del momento, (por ejemplo, la de Ricardo Lagos se llamaba “los suizos”).

 

Sobre la base de su historia, me parece muy difícil que el Partido Socialista desaparezca – como lo vaticinan los agoreros -, pero no cabe duda de que ante el peligro de la penetración del narcotráfico en un partido político, cualquiera que sea, hay que practicar cirugías profundas, sin importar el dolor que provoque.

 

Que en el Partido Socialista haya conflictos de poder, que se injurien y calumnien entre sus miembros, no tiene ninguna importancia, pues está en el ADN del Partido:   Que haya conflictos entre Elizalde o Maya Fernández es intrascendente, o que se llegue a un acuerdo para elegir la directiva sobre la base  del consenso en el Comité Central, sólo le interesa a los directivos y a muy pocos militantes, pero el problema de fondo está en el padrón y, sobre todo en prácticas corruptas, rayano en lo delictual que ocurre, fundamentalmente, en los municipios, localizados preferencialmente en la zona sur de Santiago.

 

Desde hoy mismo, no mañana, el SERVEL debe declarar nulos todos los padrones de los partidos políticos y proceder, junto a los Tribunales Supremos, a la revisión, uno a uno, a quienes están inscritos y a quienes renueven su inscripción. No parece aceptable que el SERVEL  no cumpla con su deber y aún tengamos un padrón electoral trucho – incluso aparecen muertos en las listas – sin que hayan tomado cartas en el asunto, y más ante la posibilidad de penetración del narcotráfico en el sistema político. El SERVEL debe contar con facultades suficientes para intervenir a los partidos, y en el caso del Partido Socialista, debe hacerlo de inmediato.

 

Se hace imprescindible reformar la ley de partidos  aprobada en el Congreso, pues exige un número determinado de militantes que fuerza a los partidos a aceptar en los padrones a “militantes ficha”. No importa que los partidos completen la totalidad de inscritos si es capaz de comprobar que aquellos que adhieren lo hacen por convicciones.

 

Hay que tomar muy en serio que la política chilena termine dominada por los narcos, (los ejemplos de Colombia y México nos bastan para cortar de raíz, ahora, cualquier intromisión), pues con los narcotraficantes se sabe cómo se entra, pero no cómo se sale, y reconozcámoslo, de una vez por todas, América Latina ha perdido la guerra contra la droga, y si en Chile la permitimos, también perderemos nuestra enclenque democracia.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

23/06/2019        

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