La guerra comercial entre Estados Unidos y China pone al mundo en la antesala de la próxima depresión económica
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Ya van varios meses en que los Estados Unidos y China se enfrentan en una peligrosísima guerra comercial. Esta guerra la inició Estados Unidos, cuando el presidente Trump señaló que China desde hace muchos años, ha estado abusando de la bondad y generosidad de los Estados Unidos.
China podía exportar a Estados Unidos casi sin pagar impuestos productos industriales evaluados en cientos de millones de dólares al año, pero los Estados Unidos no podían exportar a China sus productos industriales y solo podían exportar materias primas baratas y sin valor agregado. Según Trump, el resultado de este arreglo comercial era que Estados Unidos importaba de China valiosos productos industriales que representaban muchísimos millones de dólares y en cambio su país sólo podía exportar al gigante asiático productos por un valor que representaban menos de un tercio del valor de las exportaciones de China a Estados Unidos.
Como resultado de este abusivo, injusto y desigual trato, Estados Unidos debía a China trillones de dólares creando así un balance comercial negativo de mayúsculas proporciones. Esta situación se equilibraba en parte sólo, cuando China compraba bonos soberanos estadounidenses por sumas similares a la deuda que Estados Unidos tenía con China. Según Trump, de esta forma, Estados Unidos se había transformado en una especie de país deudor permanente de China. Si esta relación injusta continuaba pronto su país se transformaría en una especie de colonia deudora y que tarde o temprano se vería obligado a doblegarse a las decisiones del Estado chino. A todo esto había que agregar que China, regularmente robaba importantes avances y secretos industriales creados por los Estados Unidos.
Toda esta situación se hacía aún peor, ya que parte importante de las exportaciones industriales de China a los Estados Unidos eran producidas por fábricas cuyo capital y ejecutivos máximos, eran todos de nacionalidad estadounidense. Las grandes corporaciones multinacionales de Estados Unidos ahora fabricaban sofisticados productos en China, pues la mano de obra china era mucho más barata que la mano de obra estadounidense. A vía de ejemplo, un obrero automotriz especializado estadounidense, en los años 80, ganaba 70 dólares la hora. Un obrero chino, haciendo tareas similares, ganaba menos de 5 dólares por hora. La invasión de empresas estadounidenses a China, había hecho inmensamente ricos a los dueños de las corporaciones de las multinacionales, pero peor aún, ellos no pagaban impuestos de los Estados Unidos.
El partido demócrata llevó como candidata a la señora Clinton y ella fue incapaz de reconocer el gigantesco error ético cometido por su partido en décadas anteriores. La señora Clinton tampoco reconoció los errores cometidos tanto por demócratas como republicanos desde inicios de los años 70, cuando el presidente Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger, decidieron industrializar a China.
Todo esto había creado como contraparte una enorme catástrofe en los Estados Unidos. Existía una enorme cesantía en las zonas industriales del medio oeste. Ciudades enteras habían quedado abandonadas a su suerte y millones de trabajadores estaban cesantes, sólo sobreviviendo con pequeños cheques otorgados por la seguridad social. A causa de toda esta tragedia, el anteriormente poderoso cinturón industrial que iba de Chicago en los grandes lagos, al golfo de México, al cabo de varias décadas se había convertido en un deteriorado y oxidado cinturón abandonado. Ciudades completas perdieron sus fábricas y millones de bien pagados trabajadores cayeron en el desempleo, la drogadicción y en no pocos casos la muerte anticipada. Ante toda esta tragedia humana que ya lleva varias décadas, la clase obrera y clase media estadounidense se reveló en las últimas elecciones presidenciales y esta nueva crisis socioeconómica de las masas populares, se transformó en la causa principal de porqué Donald Trump fue electo presidente de los Estados Unidos.
El partido demócrata llevó como candidata a la señora Clinton y ella fue incapaz de reconocer el gigantesco error ético cometido por su partido en décadas anteriores. La señora Clinton tampoco reconoció los errores cometidos tanto por demócratas como republicanos desde inicios de los años 70, cuando el presidente Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger, decidieron industrializar a China. Todo esto con el objetivo estratégico de que China cortara sus lazos de alianza con la Unión Soviética. La Unión Soviética se desplomó a finales de los años 80 del siglo XX, no obstante la corrupta y riquísima elite empresarial estadounidense decidió seguir haciéndose super rica mediante sus inversiones y nuevas fábricas en China. China recibió importantes secretos comerciales y también obtuvo ayuda estadounidense para que decenas de miles de estudiantes chinos siguieran carreras científicas y tecnológicas en las mejores universidades estadounidenses. En parte, como resultado de esta política de ayuda norteamericana, en la segunda década del siglo XXI China pasó a tener un producto, medido en términos de paridad de compra, superior al producto bruto estadounidense.
Ahora, con Trump en la presidencia, las elites empresariales estadounidenses se han dado cuenta que el peligro mayor ya no es Rusia sino China. Peor aún, se piensa que esta, anteriormente equivocada política exterior, tanto demócrata como republicana, ha terminado por crear una sólida y poderosa alianza entre China y Rusia. A esta alianza se están empezando a agregar países como Irán, Siria y Corea del Norte.
Este increíble resultado, jamás se lo imaginaron los asesores presidenciales y los lobistas empresariales financiando tanto a demócratas como republicanos y que originalmente aconsejaron a varios presidentes para que Estados Unidos ayudara a China en su proceso de desarrollo económico. La idea original de la elite empresarial estadounidense era hacer gigantescas fortunas con el proceso neoliberal de globalización y particularmente con la industrialización acelerada de China. Pero ellos nunca imaginaron que el país al que ellos ayudaban a fin de cortar su alianza con la Unión Soviética, iba a transformarse en pocos años en una potencia industrial que pondría en grave peligro a la economía y sociedad estadounidense.
Ahora, con Trump en la presidencia, las elites empresariales estadounidenses se han dado cuenta que el peligro mayor ya no es Rusia sino China. Peor aún, se piensa que esta, anteriormente equivocada política exterior, tanto demócrata como republicana, ha terminado por crear una sólida y poderosa alianza entre China y Rusia. A esta alianza se están empezando a agregar países como Irán, Siria y Corea del Norte. Se teme que en el futuro se agreguen a esta alianza países tales como Turquía, Iraq, Afganistán, Egipto, Paquistán y otras naciones de la religión musulmana. Si esto llegara a ocurrir, los Estados Unidos no sólo tendrán una sola civilización como contrincante, sino tres civilizaciones y todas ellas equipadas con armas nucleares. Pero el futuro pareciera ser aún más oscuro para Estados Unidos. La política exterior del presidente Trump, ha debilitado significativamente a la alianza atlántica. Además ha ofendido gravemente a la civilización africana, y a la civilización latinoamericana.
¿Cómo se puede entender y explicar este gigantesco cambio estratégico en la política mundial?
Las teorías sobre desarrollo político, elaboradas por el profesor Samuel P. Huntington, podrían dar algunas luces sobre este extraordinario fenómeno de abrupto cambio en la estructura política y militar en el poder planetario.
Huntington, escribiendo en 1968, en su ya famoso artículo titulado “Desarrollo político y decadencia política” parece dar una explicación anticipada sobre los graves problemas que hoy día su país padece. ([i])
Al parecer, desde finales de los años 70 del siglo XX, el sistema político estadounidense entró en un largo período de decadencia política. El presidente Nixon (periodo 1969-1974) no era muy respetuoso de la institucionalidad política estadounidense y cometió una serie de aberraciones politológicas que terminaron por obligarlo a dejar el poder a principios de la década de los años 70. El presidente Ford (periodo 1974-1977) asumió la institución presidencial después de la vergonzosa renuncia de Nixon y al parecer, tampoco fue capaz de terminar este proceso de decadencia política. Fue así como fue electo el presidente Carter (periodo 1977-1981), que, debido a sus problemas con Irán, desafortunadamente, perdió la reelección.
Luego asume la presidencia Ronald Reagan (periodo, 1981-1989). Este ex mediocre artista de cine, gracias a la elite empresarial, fue electo gobernador de California y posteriormente, con la ayuda de esta clase empresarial, gobernó al país durante casi toda la década de los años 80. Reagan también cometió graves errores en su política exterior. Siendo el peor su deseo de tratar de destruir la revolución nicaragüense utilizando armas compradas a sus enemigos iraníes. Reagan le dio también, junto con la primer ministro Thatcher de Gran Bretaña, un gran impulso a la globalización neoliberal. Esta globalización fue una enorme y corrupta bonanza económica para los super ricos empresarios estadounidenses, pero continuó con la destrucción de los trabajos industriales y la destrucción del poder adquisitivo de la clase trabajadora y la clase media estadounidense. En otras palabras, siguió la política reaccionaria iniciada por Nixon y luego continuada por Ford.
Posteriormente vino la presidencia de Bush padre (periodo 1989-1993). Bush continuó con la profundización del modelo neoliberal y por ello hundió aún más a la clase trabajadora estadounidense y ella fue la razón principal por la cual duró sólo un periodo. Bush fue derrotado por el presidente Clinton (periodo 1993-2001).
Clinton prometió un nuevo trato para la clase obrera y la clase media estadounidense. Este nuevo trato no se produjo y Clinton continuó con el deterioro de la institución presidencial estadounidense. Fue acusado de cometer delitos sexuales en la Casa Blanca y por esto el congreso lo acusó constitucionalmente. No obstante, gracias a su política de componendas y compromisos pudo salvarse de la suerte sufrida por Nixon. No obstante todo lo anterior, parece ser de poca monta cuando se le compara con los errores politológicos cometidos por el presidente George W. Bush (periodo 2001-2009). Como joven estudiante, Bush había tenido una vida disipada y propensa a la embriaguez. Pero tenía la ventaja de ser el hijo de un ex presidente y también ser el gobernador del Estado de Texas. Bush hijo realizó un oscuro convenio con un astuto pero inescrupuloso político republicano llamado Dick Cheney. Cheney aceptó ser candidato a la vicepresidencia con la condición de contar con la dirección y control de la política exterior y militar de los Estados Unidos. Bush hijo eventualmente aceptó este arreglo y en parte, gracias a ello ganó la presidencia a comienzos del siglo XXI. Con Cheney actuando como verdadero presidente, la institución de la presidencia se debilitó aún mucho más.
Con todos estos acontecimientos, el país empezó a perder aceleradamente el excelente desarrollo político y calidad ética que habían tenido las instituciones públicas estadounidenses desde la presidencia de Franklin Delano Roosevelt (periodo 1933-1945) seguida por la presidencia de Truman (periodo 1945-1953), Eisenhower (1953-1961), Kennedy (periodo 1961-1963) y Johnson (periodo 1963-1969). Con Cheney actuando como verdadero presidente y Bush como su ayudante, las instituciones políticas principales de la Unión Americana, aceleraron su proceso de declinación y corrupción. Cheney invadió Afganistán como castigo por los ataques que Estados Unidos sufrió con el ataque terrorista islámico del 11 de septiembre de 2001. Aún hoy día hay soldados estadunidenses luchando en Afganistán. Luego Cheney convenció a Bush que Iraq tenía armas de destrucción masiva y esta fue la excusa para invadir Iraq, país donde todavía luchan soldados estadounidenses. El ataque a Iraq se hizo con la excusa de que tenía armas químicas y nucleares, pero al parecer la verdadera razón para atacar a este país, fue el deseo de apoderarse de su petróleo.
El presidente Obama trató de revertir el proceso de decadencia política de las principales instituciones de la nación y en esto tuvo un éxito moderado. No obstante el presidente Obama no pudo cambiar la absurda e injusta política neoliberal y debido a ello siguió aumentando el descontento popular que terminó por elegir a Trump el año 2017. Si el profesor Huntington estuviera vivo, con seguridad trataría de aplicar su modelo de desarrollo- subdesarrollo político y así se vería obligado a concluir que hoy día su país sufre un grave caso de decadencia política y que la institución más afectada es nada menos que la presidencia de la república. De no resolverse pronto este problema, es probable que Estados Unidos pierda la guerra comercial con China y el país entre en un largo periodo de depresión económica. Algo similar a lo que le sucedió a los Estados Unidos después de 1929.
Para comprender mejor la teoría del desarrollo y subdesarrollo político del profesor Huntington, es preciso hacer un breve resumen de dicha teoría. Escribiendo en 1968 y utilizando dos variables, Huntington construye un modelo que intenta describir, explicar y predecir el proceso de desarrollo político de un país determinado. La variable horizontal del gráfico, señala el nivel de modernización económico y movilización social de los países analizados. Este nivel puede ser bajo o alto, dependiendo de indicadores tales como el grado de urbanización, nivel de industrialización, nivel de alfabetización, ingreso promedio per cápita y muchos otros indicadores relacionados con el grado de desarrollo económico y social que ha alcanzado el país bajo análisis. (Entre estos indicadores se pueden agregar el índice Gini, esperanza de vida la nacer, proporción de la población con estudios superiores, número de individuos que posee casa, el número de celulares, el consumo per cápita de energía eléctrica, el número de camas de hospital por habitante, población con empleos estables, nivel de desempleo, porcentaje de población rural y urbana, kilómetros de carreteras pavimentadas, y cientos de otros indicadores que señalan el nivel de atraso o modernidad de la población en referencia)
En la variable vertical del gráfico, se describe el nivel de institucionalización o desarrollo político. Este nivel también puede ser bajo o alto. Si las organizaciones políticas son nuevas, con poca legitimidad, con poca eficiencia administrativa y su base ética es insuficiente (los intereses privados predominan por sobre el interés público); entonces el desarrollo político es bajo. Si por el contrario, las organizaciones que conforman el sistema político, son maduras, es decir, llevan muchos años funcionando, y este funcionamiento está inspirado por principios éticos y favorables al bien común y por lo tanto cuentan con el respeto y apoyo de la mayoría de los ciudadanos; entonces estas organizaciones se han transformado en verdaderas instituciones. Ellas funcionan bien y por lo tanto tienen un sólido apoyo popular masivo. En este caso el sistema político es un sistema desarrollado. En su artículo, el año 1968, Huntington incluye un gráfico donde ponen una cantidad de países de acuerdo con su nivel de desarrollo político y también de modernización socioeconómico.
El nivel de institucionalidad se puede medir con cuatro indicadores y ellos son: 1) adaptación 2) complejidad 3) autonomía y 4) cohesión social (sigla ACAC). Huntington comienza su análisis citando a de Tocqueville “entre las leyes que rigen las sociedades humanas, la más clara y precisa es la que señala que si los seres humanos quieren civilizarse o permanecer civilizados, el arte de la asociatividad debe crecer en la misma proporción y a la misma velocidad a que crece el progreso material y la igualdad” La asociatividad se define como la capacidad para asociarse productiva y éticamente con extraños. Esta asociatividad debe buscar el mérito y rechazar el amiguismo, la adscripción, el clientelismo y el exclusivismo. En los tiempos actuales, el crecimiento de la modernización es imparable, masivo y enorme. La participación política, también es sumamente potente. Estas variables avanzan rápidamente gracias a la educación masiva, la prensa, la radio, la televisión, las redes sociales, los celulares y sobre todo la urbanización.
Por el contrario, los procesos de organización e institucionalización ética (es decir, la capacidad de crear organizaciones eficientes, que funcionen productivamente, que beneficien a la inmensa mayoría y basados en sólidos principios éticos en otras palabras, que busquen el bien común) son procesos que crecen muy lentamente. Por lo tanto la pre condición básica que pide de Tocqueville para que exista y sobreviva una civilización organizada y justa, está hoy día en gravísimo peligro. Esta gigantesca disparidad entre el rápido crecimiento de la modernización y el bajo crecimiento del proceso de institucionalización política, es el problema principal y fundamental que hoy día afecta a la política contemporánea.
Cuando los seres humanos aprenden a asociarse éticamente y constantemente fortalecen esta tendencia positiva; es ahí donde comienza el proceso de desarrollo político. Gracias a este desarrollo político es que las organizaciones que conforman el sistema político, gradualmente aumentan su eficacia, eficiencia y productividad. En otras palabras, ellas trabajan en defensa del bien común. A todo esto se agrega un adecuado control y represión de las tendencias corruptas e inmorales que tratan de concentrar los resultados del quehacer organizacional en pocas manos pertenecientes a algunos pocos individuos privilegiados. El constante uso de este arte de asociatividad ético, es lo que transforma con el paso del tiempo a simples organizaciones en verdaderas instituciones políticas políticamente desarrolladas y consolidadas. Cuando ocurre este feliz fenómeno, o sea el constante crecimiento de la asociatividad ética entre los seres humanos, entonces se produce el verdadero desarrollo político. Como consecuencia de todo esto, las organizaciones que conforman el sistema político desarrollado, son justas, eficaces, eficientes y productivas. Por lo tanto hay una diferencia fundamental entre la variable desarrollo político o institucionalización política y la variable llamada movilización política. Esta última variable incluye un despertar y reaccionar hacia situaciones que producen daño a la mayoría de la población. Estos se reúnen, dialogan, vociferan, gritan, marchan y también en casos extremos pueden agredir a a sus oponentes en batallas campales. Pero pasada la crisis no se da el proceso de asociatividad ética. Aquí, los individuos afectados, tienen largas reuniones, donde analizan con cuidado sus problemas y buscan soluciones adecuadas que en verdad los beneficien a todos. Aquí se tiene la meta del bien común como el objetivo principal. Aquí las ganancias individuales son cuidadosa y severamente controladas.
En conclusión, movilización política es agitación popular y marchas. Desarrollo político es análisis inteligente de problemas importantes y la búsqueda de soluciones a largo plazo, que vayan en beneficio del bien común. Para hacer todo esto se requieren largas sesiones de análisis, discusión inteligente búsqueda constante de consensos mayoritarios que permitan a la larga ganar elecciones y mantener y aumentar el poder político. Los rápidos cambios materiales empujan la movilización y la participación política. Cambios materiales rápidos como la urbanización y la industrialización en forma inexorable, socaban y dificultan el trabajo necesario y paciente requerido por la asociatividad positiva y ética. Por lo tanto rápida modernización, sin adecuada y sólida institucionalización, produce lo contrario al desarrollo político, es decir, produce decadencia política. En otras palabras esta rápida modernización produce el caos, la confusión, la anarquía, la búsqueda de los intereses particulares, el lucro personal excesivo, el amiguismo, la corrupción y todo esto lleva finalmente a la corrupción generalizada y a la guerra civil. El Estado moderno, pero no institucionalizado, se transforma en un estado fallido.
Las instituciones políticas pueden crearse, crecer, prosperar, consolidarse y desarrollarse. Pero ellas también pueden estancarse, corromperse, atrofiarse, decaer y finalmente morir. La teoría de Huntington focaliza su atención y análisis en la relación recíproca que se da entre el avasallador e imparable proceso de modernización socioeconómica causado por la globalización actual y la relativa debilidad y subdesarrollo de las estructuras, organizaciones y procesos políticos. Ya sean estas estructuras de tipo tradicional, transicional o modernas, casi todas ellas son débiles y no están preparadas para dirigir y controlar adecuadamente los rapidísimos y avasalladores procesos de cambio socioeconómico. Huntington señala que la inmensa mayoría de los países del mundo no está preparada políticamente para guiar con éxito estos cambios. Sólo existe un pequeño puñado de países donde las organizaciones políticas están bien preparadas, se guían por principios éticos y son eficientes y eficaces en dirigir el proceso de desarrollo material y al mismo tiempo mantener un orden político, justo, ético y favorables a las grandes mayorías. Es así como la inmensa mayoría del planeta está en problemas de subdesarrollo político y esto ocurre particularmente en África, el Medio Oriente, América Latina y el Sur de Asia.
Huntington insiste que la fortaleza y el buen desempeño de las organizaciones y procedimientos políticos varían en relación con el tipo de apoyo y el nivel de institucionalización que estas organizaciones han logrado a través del tiempo. El tipo de apoyo tiene que ver con la cantidad y proporción de ciudadanos que participan y le dan vida a las organizaciones políticas. Si las organizaciones políticas claves están manejadas y controladas por una pequeña elite que posee altos ingresos, altos niveles de educación, alto prestigio y ellos dirigen así el país; el tipo de apoyo ciudadano a estas organizaciones políticas será escaso, limitado, superficial y altamente inestable. En cambio, si una gran parte de la ciudadanía está organizada políticamente y sigue con ética y disciplinadamente los procedimientos políticos establecidos, entonces este tipo de apoyo ciudadano es enorme, sólido y consolidado. Con estas condiciones las organizaciones políticas son eficientes, estables y altamente valoradas. Ellas afectan y condicionan positivamente, las conductas de sus miembros. Esta conducta ética y valorada se repite constantemente a lo largo del tiempo y después de muchos años de constante desarrollo político, nace lo que se ha denominado el Estado de Derecho.
Huntington señala que hay una gran diferencia ente la conducta de la universidad de Harvard y la conducta de una universidad que recién fue creada el año pasado. Harvard tiene cientos de años de historia y ha logrado crear de una manera institucionalizada el hacer su trabajo en forma ética. La nueva universidad no tiene estas tradiciones y costumbres y por lo tanto es mucho menos institucionalizada. La institucionalización necesaria para elegir al presidente de un club deportivo o el presidente de una junta de vecinos, es totalmente diferente al tipo de institucionalización que demanda el proceso de elección del presidente de Estados Unidos.
La institucionalización política se puede medir a través de cuatro variables y ellas son: adaptación, complejidad, autonomía, y cohesión social. Por adaptación se entiende la capacidad de la organización para hacer cambios necesarios y así sobrevivir en un entorno o ambiente que está siempre cambiando. Las organizaciones viejas o antiguas tienen mucha más experiencia para adaptarse a los nuevos cambios, ya que ellas lo han hecho y han aprendido a través del tiempo. La iglesia católica tiene más de dos mil años y puede decirse que esta organización es una de las más institucionalizadas del planeta. Mientras más vieja es una organización, ella tiene más experiencia en sobrevivir a los retos o cambios que le demanda su ambiente. Un cambio importante es el cambio de liderazgo de la organización. Si estos cambios se han hecho en forma ética y pacíficamente, esto estaría indicando que la organización es altamente adaptable. Así la adaptabilidad se puede medir por la edad cronológica de la organización. Otro aspecto de la adaptabilidad es cuando la organización logra mantener sus objetivos originales, pero también logra agregar otros objetivos y así se transforma en una organización multifuncional. La organización logra así vida propia, ya que tiene varios objetivos y diversas funciones. De esta forma la organización es capaz de extraer suficientes recursos de su medio ambiente o entorno y con ello no solo sobrevive, sino que también crece y prospera.
Complejidad. La organización crea una gran variedad de sub estructuras y así la célula original se multiplica varias veces y crea un organismo multicelular. Problemas y desafíos que no pueden ser resueltos por una unidad de la organización ellos son traspasados a otra unidad donde encuentran satisfactoria resolución. De esta forma la organización compleja da muchos tipos de servicios y productos a la sociedad y esto le da más poder frente a su entorno. La organización dispone de medios suficientes para enfrentar con éxito el proceso de cambio que es inevitable.
Autonomía. La organización no está controlada por un individuo o grupo de individuos que solo tienen intereses particulares y sectarios. Dispone de un gran número de personas que actúan con criterios éticos y universalistas que ponen el bien común muy por encima del interés particular de individuos o grupos de individuos privilegiados. La organización autónoma también está libre de influencias foráneas negativas. En otras palabras, la organización está libre de grupos extranjeros. La organización es así independiente de influencias negativas, tanto externas como internas.
Cohesión social. Mientras más unida esté la organización por lazos éticos, mayor será su nivel de institucionalización. La organización posee una sola cultura organizacional adecuadamente internalizada y compartida por todos. Por el contrario, cuando la organización tiene varias subculturas antagónicas entre si y no existe una imagen de mundo común o ideología compartida por todos, este problema crea un bajo nivel de institucionalización.
En la organización coherente, cohesionada y unida por lo general se produce un clima organizacional benéfico y favorable. Los miembros de la organización se respetan y se tratan como parte de una misma familia extendida o un club de amigos especiales. Aquí se da con mucha frecuencia el precepto ético universal que ordena “no hacer a otros lo que no se quiere que se le haga a uno mismo”. En este clima organizacional los principios éticos son fundamentales y respetados por todos. Los miembros de la organización se tienen confianza entre unos y otros y también se han creado lazos de simpatía que a la larga crea un sólido espíritu de comunidad. En otras palabras, se crea un grupo humano donde a sus miembros no se los maltrata, no se les engaña, no se les estafa y por supuesto no se les hace daño ni físico ni emocional. El código ético inicialmente adoptado se ha transformado primero en costumbre y luego en ley. Aquel que viola este ambiente de coherencia interna es rápida y severamente sancionado. Es de esta forma como la unidad cultural, valorica y ética se mantiene sólida gracias a la amistad, la costumbre y el fuerte peso de la ley. Gracias a esta coherencia, los miembros de la organización han logrado aprender con éxito el arte de la asociatividad. Como consecuencia de esto, la organización obtiene elevados niveles de coherencia institucional y alta eficacia y productividad en la implementación de sus planes y programas.
Aplicando los principios de Huntington sobre el tema del desarrollo político, se puede concluir que hoy día China, tiene un nivel de desarrollo político mucho más alto que el nivel de desarrollo político estadounidense. La eficacia y eficiencia de las organizaciones gubernamentales, particularmente la presidencia de la república en Estados Unidos, son drásticamente inferiores a la eficiencia y eficacia que esta institución tenía entre 1933 y 1970. Por el contrario, el nivel de desarrollo político de China, ha crecido en forma exponencial y sostenida. Hoy día el presidente chino crea un plan o un programa y este se cumple con mucha mayor eficacia y eficiencia de lo que ocurre en los reinos absolutistas musulmanes del norte de África y del Medio Oriente. Así hoy día China se ubica en el cuadrante que agrupa a los países con altísimo desarrollo político y altísimo nivel de modernización.
Dicho todo esto es posible predecir que la guerra comercial iniciada hace ya varios meses entre China y Estados Unidos, probablemente va a ser ganada por China. Para fines del año 2020, los precios de los productos manufacturados que el consumidor estadounidense compra en tiendas y mercados, serán muy superiores a los precios que estos productos tienen hoy día. Este fenómeno será uno de los resultados negativos más importantes producto de la guerra comercial que Estados Unidos ha iniciado con China y otras potencias industriales.
Esta subida de precios a los bienes de consumo a la que los estadounidenses están acostumbrados, sin duda que van a afectar negativamente de manera significativa a la clase media y trabajadora estadounidense. Este descalabro económico, eventualmente producirá un cambio político funadamental. Para fines del año 2020, un brillante político demócrata y partidario del “nuevo trato verde” propuesto por Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, probablemente ganarán la presidencia en Estados Unidos. Con estas nuevas autoridades, el coloso del norte reiniciará su marcha hacia un desarrollo económico sustentable y, sobre todo, favorable a las grandes masas de obreros y clase media estadounidense. También estas nuevas autoridades se preocuparán del grave problema del calentamiento global del planeta. De esta forma, los Estados Unidos, de acuerdo con otras grandes potencias, podrían ser capaces de evitar el inevitable colapso económico y ambiental del planeta.
- Duque Ph.D.
Cientista Político
Puerto Montt, 14 de junio de 2019
([i]) Huntington S. P., “Political Development and Political Decay” en Macridis R. y Brown E. Comparative Politics The Dorsey Press, Illinois, 1968. Pgs. 521-538. Ver también Huntington S. P. Political Order in Changing Societies Yale University Press. New Heaven, 1968