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Chile hoy: la dictadura perfecta

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Photo by Tanner Yould on Unsplash

El árbol de la política se alimenta y crece gracias a sus raíces. La ‘prensa canalla’ sólo muestra ramas y hojas, pero esconde el lugar de la nutrición del sistema. Las cofradías partidistas también soslayan interesadamente esa verdad.

 

Recuerdo con perfecta claridad el voluminoso correo electrónico que me enviase el año 2009 un anónimo y fanático sufragista del senador Juan Pablo Letelier (afirmo lo del anonimato pues su propio correo no existía, y su nombre era –nada de extraño en verdad- “garrero socialista”, vale decir, hincha del senador Letelier y de Colo-Colo).

 

En una de las líneas de esa comunicación, ‘garrero socialista’ señalaba que (copio textual) “”jamás la Concertación va mover un solo dedo en contra del pueblo, de la libertad de expresión, del sindicalismo ni de la libertad de pensamiento”.

 

Me asiste la certeza que hoy, año 2019, ese mismo hincha socialista debe estar pateando la perra y rasguñando piedras, ya que hace el mismo año en que me envió su correo,  con votación de parlamentarios concertacionistas, la Cámara de Diputados, en el marco de la llamada Agenda Corta de Seguridad Ciudadana, aprobó el proyecto de ley que establece responsabilidades civiles para los convocantes a manifestaciones públicas.

 

En palabras claras y simples, la Cámara de Diputados le dio su visto bueno a una ley que criminaliza las protestas sociales, la cual pretendía inhibir ‘legalmente’ cualquier intento de reclamo público que deseasen realizar las organizaciones sociales existentes en el país ya que, ante el más mínimo entrevero callejero, se aplicarían draconianas sanciones a los organizadores. Ello significaba que, de un solo paraguazo, la clase política  se ponía de acuerdo para cercenar el derecho a manifestarse, a opinar, a demandar y a disentir.

 

Esa aberrante y antidemocrática ley contó para su aprobación con los votos favorables de tres diputados concertacionistas: Jorge Burgos (PDC), Fulvio Rossi (PS) e Isabel Allende (PS). De Burgos y de Rossi es esperable cualquier atentado contra el pueblo y los trabajadores, ya que hace algún tiempo demostraron ser –políticamente- los mejores y más serviles y obsecuentes yanaconas del patronaje transnacional (especialmente Burgos, cuyo cariño por la derecha y beaterío fascistoide son asuntos conocidos). Pero, ¿también tú, Isabel Allende Bussi?

 

No cabe duda que el ‘familisterio’ político-económico ha vuelto a poner sal en las heridas del pueblo y pólvora en los cerebros de los policías… aplicando la máxima favorita de los explotadores y demagogos: “un gobierno para el pueblo, por el pueblo, pero sin el pueblo”. Fulvio Rossi es el marido de Carolina Tohá, hija de José Tohá, mientras Isabel Allende Bussi…bueno…¿es necesario recordar el nombre de su valiente y consecuente padre? Los vástagos de quienes en el pasado fueron relevantes figuras públicas y populares, destacan hoy por su amancebamiento con el capital transnacional y la traición sistemática a los ideales y convicciones que dijeron esgrimir cuando mintieron al pueblo en los días de campañas electorales. Las explicaciones entregadas posteriormente por la diputada Isabel Allende –en orden a que entendió mal y cometió un error involuntario al votar favorablemente la ley- sólo agravan la falta, pues la parlamentaria, en debates y votaciones de enorme significación para la democracia verdadera y para la mayoría del país, simplemente dormita y ronca ya que los hechos fríos demuestran que no se motiva en legislar para ese pueblo por el cual su propio padre ofrendó la vida

 

 

‘PROGRESISTAS’ AYUDARON A INSTAURAR LA DICTADURA PERFECTA

 

Con la Concertación, en la elección de 1993, muchos confirmaron sus peores sospechas cuando se conocían los resultados del «boca de urna» fallido de CEP-ADIMARK esa tarde del 11 de diciembre.

 

A los próceres del PPD, entre los que estaban Bitar, Rebolledo y Schaulsohn, se les vio «caras verdes» y sudorosas cuando el boca de urna CEP-Adimark le daba casi 100 diputados y 15 senadores a la Concertación alrededor de las 18:30 horas (la Concertación duplicaba en la enorme mayoría de distritos y circunscripciones). Los capos PPD decían trémulos que estaban aterrados por un posible Golpe de Estado, ya que la derecha y los militares no iban a aceptar el resultado, pero en realidad estaban aterrados de contar con una mayoría electoral que les iba a impedir la justificación que han tenido todos estos años para convertirse en unos simples (y profitadores) administradores-mayordomos del modelo institucional y económico de la derecha y la dictadura.

 

Alrededor de las 20:00 horas de ese día, cuando se comenzó a manifestar el empate binominal de siempre -la encuesta a boca de urna CEP-Adimark había estado mal construida al no detectar en las parlamentarias el 10% de voto derechista que fue a Frei Ruiz-Tagle en la presidencial- a la cúpula PPD le faltó sólo mandar a descorchar champaña para celebrar el empate y el término del «peligro de ganar en serio» y mandar a la institucionalidad pinochetista de paseo aquel 11de diciembre de 1994.

 

En Chile, desde hace tres décadas, tenemos una verdadera democracia de farándula, casi totalmente tutelada y controlada –salvo en asuntos administrativos- por el pinochetismo derechista, sus poderes fácticos y sus dos partidos que disponen de un generalizado poder de veto, auxiliado además hasta en algunas leyes ordinarias (que no requieren de quórum calificado) por los sectores más conservadores y neoliberales de una Concertación apenas ‘administrante’ de la institucionalidad del pinochetismo.

 

En su momento, los sectores ‘progresistas’ aportaron 4 senadores  (3 del PDC y 1 PPD) para aprobar junto a la derecha UDI-RN el acuerdo intervencionista contra el gobierno de Venezuela. Resulta bastante irónico, e hipócrita, que ese conjunto de personajes se preocupe tanto de la libre expresión de las ideas en un país distinto al nuestro, ya que ellos en el pasado, y también en el presente, no han mostrado esas mismas preocupaciones en su propia patria, la cual vio el cierre de una decena de medios escritos –todos de centro izquierda o izquierda- en los gobiernos de la Concertación. Baste recordar lo sucedido a partir de 1990 con los desaparecidos diarios La Época, Fortín Mapocho y Siete, y las revistas Análisis, Cauce, Página Abierta, APSI, Los Tiempos, Siete Más Siete, Plan B y Rocinante, y después con el diario electrónico Granvalparaíso, al que el gobierno le cortó el avisaje traspasándolo a medios informativos derechista, como EMOL y COPESA.

 

Todos esos medios independientes fueron económicamente asfixiados por acción deliberada de los gobiernos concertacionistas que no querían hacerse problemas con los poderes fácticos políticos, empresariales y militares del pinochetismo.

 

En el pasado, varios de esos ahora “libertarios” parlamentarios –sea por acción u omisión- promovieron y apoyaron el cierre y el robo “manu militari” de los medios de prensa de izquierda en 1973 (recordar a los diarios Última Hora, Clarín, El Siglo, así como La Unión y El Popular de Valparaíso, las revistas Mayoría, PLAN, Punto Final y Chile-HOY, las imprentas Prensa Latinoamericana y Horizonte, y las radios Magallanes, Corporación, Luis Emilio Recabarren, Nacional y Sargento Candelaria).

 

A partir del golpe militar de 1973 más de 80 periodistas, estudiantes de periodismo y trabajadores de la prensa e imprenta fueron asesinados o desaparecieron. Lo anterior es un argumento más para demostrar cómo, a espaldas de la gente, quedó instalada en Chile –con la pusilánime complicidad de la cúpula concertacionista en las negociaciones de 1989- una democracia neoliberal tutelada y limitada, protegida por un conjunto de ‘seguros’, a saber:

 

1) un sistema electoral binominal fraudulento y con distritos amañados en beneficio de la minoría derechista (el cual fue ‘reformado’ tibiamente recién el año 2015);

2) un Tribunal Constitucional controlado por el pinochetismo y los sectores más conservadores del PDC;

3) Senadores designados

4) un Consejo de Seguridad Nacional con mayoría militar;

5) Fuerzas Armadas y de Policía Militarizada (Carabineros) con amplia autonomía y,

6) un duopolio derechista y empresarial de la prensa escrita (El Mercurio y COPESA) montado a fines de la dictadura con créditos blandos –algunos de ellos nunca cancelados por los ‘deudores’- de la propia banca estatal. Este duopolio se ha extendido en los últimos años a la televisión y afecta hasta a la televisión pública (TVN) que es controlada por un directorio paritario de militantes de la Concertación y la derecha UDI-RN.

 

De esos “seguros” mencionados, a 29 años de iniciada la “transición a la democracia”, aún se mantienen tres de ellos en pleno funcionamiento, ya que sólo han sido eliminadas la institución de los senadores designados y vitalicios, así como fue ‘reformado’ –pero no terminado- el binominalismo electoral,  y cambiada la composición y atribuciones del Consejo de Seguridad Nacional (CSN).

 

Si todo ello no es una ‘dictadura perfecta’ instaurada torcidamente por la asociación financiera-comercial Alianza/Concertación/Empresariado Transnacional, pasa raspando.

 

¿Se da cuenta, querido lector,  por qué la sociedad duopólica –especialmente la derecha, con mayor fuerza y convicción- se opuso durante décadas a que en la Enseñanza Media se impartiera la asignatura de Educación Cívica? A los hechos me remito.

 

 

 

 

 

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  1. Muy válido, este artículo. Nos abre los ojos y nos explica que estamos viviendo la continuación de la dictadura con máscara de democracia y lo peor con la anuencia de politicos de la concertación que quizás les llenaronlos bolsillos con los ricos dólares. No hay otra explicación.

  2. Germán Westphal says:

    Por ahí va la cosa! Sin embargo el cuadro es mucho más interesante pues al cenro del mismo está la manufactura del consentimiento de Walter Lippman que Edward Hermann y Noam Chomsky usaran en su análisis de los medios de comunicación estadounidenses en el libro Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media (1988) y su versión ampliada de 20 años después que da cuenta de la caída de la Unión Soviética. En esencia, la manufactura del consentimiento explica cómo se llega a transformar a los ciudadanos en los borregos con que se ilustra el artículo de Muñoz sin necesidad de violentar físicamente la democracia formal. De manera muy interesante, para que esto funcione, es crucial mantener abiertos algunos espacios de cine mudo para las voces disidentes de modo que sólo lleguen a aquellos que saben leer labios y gestos, v.g., elclarin.cl y sus lectores.

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